Acabo de enterarme, vía ACA, del fallecimiento Mª Ángeles Díaz Muñoz.
La primera parte del cariñoso apelativo, muy a pesar de nuestras progenitoras, se debe a aquel curso en la Facultad de Ciencias Ambientales en que compartimos con ella más horas que con cualquier otra persona: clase, prácticas de gabinete, salidas de campo… incluso aquella mañana en la que nos la cruzamos por una calle madrileña, con las bolsas de la compra en la mano. Íbamos de casa del “Valen” a la papelería a encuadernar alguno de aquellos trabajos de “…ya que estamos…”.
Lo de O.T. es de Ordenación del Territorio. Para recordar los nombres completos de sus asignaturas tendría que acudir al certificado de calificaciones, aquellas en las que el interés y la ilusión formaban parte del resultado final con tanto peso o más que el resultado numérico, siempre circunstancial, de una prueba escrita.
No sólo nos enseño a interpretar el territorio y a conocer los instrumentos para su gestión, también a ser prácticos, compartir, observar, escuchar, hablar… a participar.
Tuve la suerte de ir encontrándome con ella en cada punto y a parte de mi curriculum, recientemente (en un punto y seguido) me había puesto en contacto con ella buscando esas palabras que ayudaban a hacer balance y a seguir andando el camino.