Hace unas semanas, unos conocidos (difícil eso de clasificar contactos) me pedían el currículo. Buscaban alguien con «tu perfil«: «naturalista e informático con ideas e inquietudes«, pero resulta que yo estoy atrapado en la forma que actualmente tengo de ganarme la vida y que estos conocidos han seleccionado a otra persona, fácilmente con un perfil más ajustado a la condición de naturalista e informático.
Me gustaría sentirme identificado, sobre todo por lo de las ideas y las inquietudes, pero creo que no doy la talla, ni como naturalista ni como informático. Me encantaría la primera parte, pero profesionalmente la naturaleza y yo no nos hemos encontrado (a pesar de las bromas de algún compañero de facultad asegurando que el Vizcaíno era la joven promesa de la fitosociología y de alguna demostración práctica de injerto de rosales en algún curso a empleados de cierta farmacéutica de cuyo nombre no podría acordarme ¿que tendría aquello que ver con los residuos peligrosos?).
Lo de informático me gusta menos. De informática se que libre es mejor. No me importaría intermediante. Me defiendo como buenamente puedo, me interesan los barrios que descubro en la pantalla del ordenador y dedico algo de tiempo a buscar en la tecnología solución a distintas necesidades.
Si pudiera elegir, preferiría pasar las tardes dando largos paseos, por paisajes otoñales, en buena compañía y conversación.
A falta de poyo en la puerta escribo este blog y en lugar de bajar a la plaza visito la blogosfera, pero de informático nada más.
Siguiendo con los descartes, el fin de semana me he presentado a las oposiciones de la Comunidad de Madrid para Ciencias Experimentales, probando suerte con el grupo a y el grupo b. La primera conclusión, como en cualquiera de los sempiternos intentos de acceder a la función pública: debería haber estudiado más. Pero ocurren cosas demasiado interesantes en el mundo como para detenerse a memorizar planes y programas de difícil digestión.
No tengo muchas esperanzas de pasar el corte del primer examen, pero he de confesar que me he sentido gratamente sorprendido. Es una de las pocas veces en las que saber leer era más importante que memorizar absurdos datos anecdóticos. Sobre todo en el test del sábado, el del «Cuerpo de Técnicos Superiores Especialistas, Especialidad de Ciencias Experimentales, de Administración Especial, Grupo A», que así dicho suena muy grave. Cualquiera que consiga superar un proceso selectivo donde el primer ejercicio sea como ese, debe sentirse orgulloso. Cosas de la modernización administrativa, todavía no está en la web, ni tenemos plantilla correctora… ¿la sacarán antes que los resultados de la prueba o liarán las de siempre?
Un bloguero que se precie echa en falta algunas preguntas y, como no podía ser de otra manera, el examen peca de incluir cuestiones con respuestas, siempre interpretables, procedentes de rancios manuales cada vez más alejados de la realidad. A pesar de estos detalles, aprendí que cada examen es un mundo. Es preferible confiar más la capacidad de respuesta de uno mismo que ser esclavo de los trucos estadísticos y de las estrategias ensayadas. No se si habrá próxima vez, pero eso que me llevo puesto.
La otra constatación es que estoy perdiendo facultades. Muchas caras conocidas pero cada vez menos recuerdos. Antes tenía a todo el mundo fichado: a ese le tengo que saludar que es cliente, a esa otra le tengo que contar un par de chistes que todavía no nos ha comprado nada, a aquel no le saludo que luego cuando nos reunimos con su jefe se pone nervioso, allí el compañero de la amiga del amigo, aquellos de la facultad y esos otros… Este sábado y domingo una lentitud de reflejos que me he asustado: buena cháchara con algún habitual de estos saraos, el placer de encontrase con alguien que me debe unos apuntes de no recuerdo que asignatura, antiguos compañeros… pero mucho cruzarse de pasada sin tiempo para ponerse al día, poses incómodas y unas cuantas miradas interrogatorias sin respuestas ¿nos conocemos de algo?
Todo lo contrario a cuando uno baja por las escaleras de un lugar en el que nunca ha estado y se encuentra un grupo de personas con las que nunca ha hablado pero le saludan como viejos conocidos… El mundo está cambiando muy deprisa y no nos damos cuenta. O acaso resulta que algunas cosas hay que hacerlas como siempre, que por eso se hacen así.