Ya volví de mis quince días, que esta vez no han sido en agosto. Hay mucho que contar, pero será otro día. Hoy toca movilidad sostenible.
No se muy bien si para llevar mejor la re-entrada, para estar a la moda o como respuesta a las últimas medidas tomadas para incentivar el uso del transporte privado, he ido a trabajar en bici. Llevo bastante tiempo dándole vueltas pero no me decidía: hoy ha sido mi primer día.
Las motivaciones.
Cada cual tendrá las suyas, pero la anunciada subida de las tarifas del transporte público empieza a ser un buen motivo para plantearse alternativas. Aprovechar el trayecto del trabajo para hacer algo de deporte, tampoco es un mal motivo. En última instancia está la idea de acostumbrarme a moverme por la ciudad de una forma distinta.
El coche es una opción cara y contaminante. Pero el, cada vez más saturado y caro, transporte colectivo (que no tan público como debiera) hace algún tiempo que me resulta bastante hostil. En verano se suma el problema de la climatización ¿de verdad son necesarias esas corrientes de aire frío que dejan seco al más pintado?
Los acostumbrados cierres veraniegos y el consecuente aumento del tiempo de desplazamiento, también son un buen motivo para cambiar de modo de transporte.
Hablando de todo un poco, no entiendo como el cambio de la tarifa actual, no es una noticia de actualidad para una empresa certificada en sistemas de gestión que incluyen requisitos de comunicación con los clientes. Claro que igual el problema está precisamente en ese aspecto ¿qué es la comunicación con el cliente? o, mejor todavía, ¿quienes son los clientes del Metro de Madrid?
Yo me he enterado por la prensa de la inminente subida del precio del metrobus. Lo de hacerlo con agostosía debería ser un agravante que, sumado al resto de causas pendientes, justificaría una huelga general e indefinida, pero como nos pilla de vacaciones…
La bicicleta.
Mi nuevo medio para desplazarme libre por la ciudad se llama ubuntu. Lo primero que hice cuando la compré fue ponerle unas pegatinas, curiosamente, las primeras con el logotipo de este sistema operativo, unas de esas que te envían cuando pides los CDs.
Ya tenía una bicicleta, pero he decidido hacerme con otra. El motivo básico es que la que poseía tiene demasiado valor sentimental como para dejarla «tirada» en la calle durante toda la jornada laboral. Por otro lado, mi anterior bicicleta no es una maravilla, pero podría resultar atractiva para algún amigo de lo ajeno.
Así pues, ayer me acerqué a un centro comercial. Coincidía que tenían una bicicleta al precio más barato que he visto en los últimos meses. Por 75 euros me llevé un «hierro» de 26 pulgadas. Frena bien, los cambios son correctos… le pediría un plato un poco más grande, y unos pedales un poco más sólidos, pero para dejarla atada en cualquier farola (en Madrid el aparca-bicis no se estila mucho) es más que suficiente.
Al precio de 7 euros el billete de diez viajes, necesito alguno menos de 110 trayectos para amortizar esta inversión. Si voy a trabajar a diario en bici esto supone 2 meses y 3 semanas. Por lo que, si la economía lo permite, antes del invierno habré recuperado el valor de mi inversión.
Para ser honesto, a la cuenta anterior tendría que añadir unos euros invertidos en cadenas, una barra y su sillín. El cuadro de la bici ha resultado ser un poco bajo, por lo que esta misma tarde he comprado (en una tienda del barrio) una barra un poco más larga y, ya puesto, un sillín un poco más ergonómico, por la próstata y esas cosas que empiezan a preocupar cuando uno se acerca peligrosamente a los 30.
No descarto seguir personalizando la bicicleta y añadirle algunos accesorios en un futuro más o menos próximo.
La experiencia.
Esta mañana he salido de casa más o menos a la misma hora que otros días, pero con mi casco en la cabeza. En vez de ir a la boca del metro (cerrada por obras) he bajado por la calle Ascao montado en la bicicleta. El destino, la calle Princesa, queda a un poco más de 7 kilómetros según algún callejero disponible en internet. Nada que no hiciese cualquier día de verano durante aquellas vacaciones adolescentes que transcurrían, permanente e inevitablemente, sobre el sillín y dando pedales.
Tenía varias opciones, pero he optado por bajar hasta Marqués de Corbera, buscando el «carril bici» que va por O’Donnell, para disfrutar del lujo de atravesar por el parque del Retiro hasta la puerta de Alcalá. Desde allí a Cibeles, Gran Vía… y la casa del cliente de mi jefe (o el sitio donde curro, que también lo llamo cariñosamente).
No he controlado los tiempos. Al ir he tardado, en la parte común del trayecto, lo mismo que el autobús 28, al que he adelantado en Ascao. Me ha pasado cuando subía buscando O’Donnell, pero le he dado alcance y adelantado en el tramo del Retiro. El caso es que he salido de casa como de costumbre y cuando he llegado a la oficina todavía no estaban algunos de los que suelen fichar antes que yo.
A la vuelta me he cruzado con un colega que llevaba un par de años sin ver. Salía de su curro en la calle Ibiza, y he echado un rato de cháchara.
Aproximadamente, creo que he bajado de los 30 – 40 minutos en metro, a unos 20 – 30 en bici. Si algún día me da por medirlo lo dejaré por aquí, pero he de confesar que no suelo utilizar reloj.
Otra filosofía.
Lo que he aprendido esta mañana es que ir a currar en bici es otra filosofía. Un poco rollo slow down. Normalmente, cuando monto en bicicleta por deporte suelo «darle caña» para machacarme un poco. y descargar la fiera que llevo dentro.
El truco de los desplazamientos urbanos es otro. Disfrutar del trayecto, ir pendiente del tráfico, descubrir detalles de los que el metro te oculta… pararte a charlar si surge. La cosa no va de pegarse la paliza. No dan puntos a la regularidad, ni hay etapas cronometradas. Se trata de otra forma de moverse. La competición es contra el consumo de combustibles fósiles, las emisiones de gases de efecto invernadero, la masificación y despersonalización del transporte colectivo…
Planes futuros.
Después de la experiencia tengo claro que voy a seguir utilizando a ubuntu para ir a currar, así como para otros desplazamientos urbanos.
Tengo que hacerme con alguna mascarilla o filtro… respirar los gases de escape de los autobuses, las motos y los todo terreno no es muy agradable.
Sería una buena idea buscarse un amiguete en la Fundación Movilidad y hacerle la rosca para ver si acelera el necesario carril bici en ejes como la calle Alcalá, Gran Vía – Princesa y, ya puestos, Ascao – Marqués de Corbera y García Noblejas.
Intentaré estar un poco pendiente de lo que se mueve en las organizaciones biciclistas de la ciudad.
4 respuestas a «Las bicicletas ¿son para el verano?»
[…] bueno el dicho de que lo barato sale caro, no voy a poder amortizar mi inversión de 75 euros. Desde que la compré, he hecho en ella un total de 8 trayectos de ida y vuelta, seis de ellos al […]
[…] Visto que estoy monotemático, igual debería plantearme cambiar el nombre al blog y llamarlo “Alberto monta en bici” o algo así… El caso es que, a pesar de todo, hoy ha sido mi noveno día de ir y volver hasta el centro de trabajo en mi nuevo medio de transporte. A estos desplazamientos tengo que añadir otros tres más, con lo que llevo 24 viajes, todavía lejos de amortizar, en términos monetarios, la inversión inicial. […]
[…] que empecé a ir a trabajar en bicicleta estoy bastante ocupado buscando información en internet sobre averías y recambios… me voy […]
[…] Es la bici que muchas querrían ser de mayor. Por lo menos la que yo utilizo para ir a currar. […]