Él mismo recoge en su propio blog la sensación que está causando en los medios españoles. Parece que todo empezó con un artículo en La Vanguardia el pasado lunes 19/01/2009:
«Lo conocen, en definitiva, cientos de miles de lectores, telespectadores e internautas que han seguido paso a paso el experimento de este vecino de Gante de 48 años: reducir al mínimo su llamada huella ecológica en el planeta durante un año. En concreto, hasta 1,6 hectáreas, el espacio que corresponde a cada ser humano para un desarrollo sostenible. La huella ecológica mide el impacto vital de una persona sobre el planeta para satisfacer sus necesidades de consumo y absorber sus residuos. Es tan desigual como la vida: 0,9 hectáreas para un indio, 9,7 si vives en EE. UU. y 5,7 en el caso de los españoles.»
El experimento protagonizado por Steven Vromman – el Hombre de Bajo Impacto (HBI)- pretende mostrar cómo sería la vida de una persona que se plantease reducir su huella ecológica hasta un límite sostenible. Esto implicaría satisfacer nuestras necesidades presentes de modo que cada habitante del planeta tener nuestro mismo nivel de vida y sin comprometer los recursos necesarios para que las generaciones futuras puedan satisfacer sus necesidades.
Acostumbrados como estamos, en esto del comportamiento ambiental, a titulares que se centran en lo anecdótico, es interesante ver que la entrevista la importancia de no quedarse en lo superficial:
«El HBI sopesa, anota y calcula la huella que dejarán cada uno de sus pasos, pero sin volverse loco: «Hay quien me pregunta qué es mejor, usar una cerilla o un encendedor… Es irrelevante, lo importante son los cambios de verdad», comenta. Los mayores ahorros de energía los ha logrado renunciando al coche en favor del transporte público, bajando la calefacción y aislando suelos y ventanas.»
Otro aspecto a destacar es que Vromman no está reduciendo su huella ecológica a base de renunciar a la tecnología:
«Tiene ordenador, móvil y un reproductor de música que se carga a mano, porque «ser un HBI no significa volver a la edad media», explica mientras saborea una taza de té en su casa, un loft de 80 metros cuadrados en una antigua fábrica donde el termómetro rara vez sobrepasa los 15 º C.»
Las mayores reducciones de su huella ecológica vienen de renunciar a ciertos convencionalismos sociales que aumentan nuestra huella ecológica de forma insostenible. Por supuesto, no podríamos vivir infinitamente reutilizando ropa, pero podríamos plantearnos si merece la pena alardear de modelito nuevo cada temporada:
«Compras, las justas. Nada de ropa nueva. Desde mayo, sólo ha adquirido un pantalón de segunda mano y unas zapatillas para correr. Un estilo de vida, sin duda, más barato y que deja menos residuos. La rebaja en el consumo de agua ha sido brutal: sólo abre el grifo para beber y cocinar. No se ducha. Se lava con agua de la lluvia, sin gel ni champú. «¿Nadie lo diría, eh?». Pues no… «El champú altera el equilibrio natural de la piel. Cuando dejas de usarlo, lo recupera. Pero me lavo con agua y jabón, y uso pasta de dientes».»
Otra cosa curiosa es el asunto del trabajo. De una parte momento para la empatía:
«No deja de ser irónico que después de trabajar durante años en una consultora de temas medioambientales, sus consejos nunca hayan tenido tanta atención como cuando ha dejado de trabajar… «Es algo de lo que el movimiento ecologista también debe aprender, no basta con dar cifras».»
De otro algo que nos temíamos, hay que trabajar menos para disminuir la huella ecológica:
«ser un HBI es «difícil de combinar con un curro a tiempo completo». No frecuenta los supermercados convencionales.»
«»No compro productos congelados ni procesados, así que cada dos días tengo que ir a comprar leche, pan… Eso lleva tiempo». Los pocos envases que acumula se reutilizan para hacer la compra o poner el almuerzo de sus hijos. Van a la escuela en Gante, donde muchos centros han prohibido el papel de aluminio o de plástico para envolver comida.»
Como no podría ser de otra manera, y a pesar de que nos lo intenten vender como ejemplo a seguir, alguno se pregunta si el experimento del Hombre de Bajo Impacto es sotenible a largo plazo:
«¿Qué pasará en mayo, cuando el experimento llegue a su fin? «Pienso mucho en eso. Creo que, siendo menos estricto, seguiré haciéndolo casi todo, porque no hay nada que eche terriblemente de menos». Quizás alguna ducha. O comprar el periódico. «Si logro aislar el tejado o poner un calentador solar, igual puedo permitirme algún lujo…». Ser un hombre de bajo impacto no sólo es bueno para el planeta, sostiene: «El que más gana con la vida de bajo impacto soy yo. Es más sano, más barato, mas tranquilo, mejor».»
2 respuestas a «El impacto del hombre coherente.»
Me ha encantado su blog, una buena aportación a la red. Tienen cuenta facebook?
Gracias por tu comentario Alex,
Sí, tengo cuenta en herramientas sociales, pero para un uso más personal o para participar en grupos de sobre medio ambiente. Mi herramienta de publicación es este blog.
Saludos.