Hace poco leía sobre el mapa de olores de Manhattan. Desconozco si existe alguna iniciativa similar relativa a la ciudad de Madrid. Pero si existiese algo así, la estación de metro de Pueblo Nuevo debería ocupar un lugar privilegiado.
El característico aroma se cuela en el vagón a medida que el tren de la línea 7 se aproxima a la parada. Delata a los pasajeros menos asiduos, afanados en buscar entre sus compañeros de viaje al autor del escape gaseoso.
Es un olor difícilmente descriptible… a la par que evocador. A medida que transito por el anden y los pasillos del trasbordo a la línea 5 vienen a mi mente todas esas campañas de fomento del uso de este modo de transporte colectivo. Que si el metro vuela, que recicles papel, que si la línea no se cuantitos es sostenible… sí, bien mirado, puede que las emanaciones gaseosas de la estación de Pueblo Nuevo sirviesen para abastecer energéticamente a toda la red de metro.
¿De dónde sale el olor? A saber… todo indica a los despachos de los gestores encargados de la cosa pública. La pestilencia en Pueblo Nuevo es un claro indicador de que la clase política habita un plano de la realidad distinto al del resto de sus vecinos. Si alguno de ellos fuese usuario del metro, si alguno hubiese pasado si quiera alguna vez en su vida por la estación de Pueblo Nuevo, tomaría medidas para evitar la hedionda experiencia a sus votantes potenciales.
Está visto que la movilidad sostenible es sólo una semana al año con la que ocupar las portadas de la prensa.
Una respuesta a «Los olores de Pueblo Nuevo.»
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