Entre las costumbres de estas fechas, se ha convertido en un clásico celebrar el paso del 30 al 31 de diciembre. Consiste en un ritual para recibir como se merece el último día del año. En su versión completa incluye: cortilandia (lo omito siempre que puedo, mi religión me impide asistir a tan grotesco espectáculo); vuelta por la Plaza Mayor, con paradita para vermut, caña o refresco; bocata de calamares crudos con pan de ayer y su lata caliente de lo que quede (no tiene por qué ser literal, pero el exceso de demanda hace que algunos años la experiencia no sea lo que uno espera); pisotones hasta la Puerta del Sol y las 12 gominolas a ritmo de las campanadas.
Este año la lluvia (que dio un descansito a la hora adecuada), el final de las obras y Rubalcaba, han conseguido que el evento estuviese menos masificado que de costumbre, por lo que los accesos y salidas a la Puerta del Sol han sido mucho más ligeros que en los últimos años.
Lo malo de esta celebración es la resaca: levantarse el día 31 pensando si la retransmisión de las campanadas desde la Puerta del Sol realmente es en directo o se deja filmada la noche antes para que Belén Esteban y Ramón García puedan tomarse las uvas en casa… Por cierto, yo venía a programar una entrada para felicitarles la entrada en 2010, pero mejor… se den por felicitados: pasen una buena noche y que el nuevo año les traiga lo mejor.
Una respuesta a «Feliz 31 de diciembre de 2009»
[…] viene siendo costumbre, ayer nos juntamos para despedir el 30 de diciembre. El penúltimo día del año es ideal para hacer […]