Cada último domingo del mes de octubre, a las tres de la madrugada toca retrasar el reloj y ponerlo a las dos. Esta práctica estaría, no sin polémica sobre su efectividad y sus efectos sobre las personas, justificada en el ahorro energético. Actualmente, queda regulada por el Real Decreto 236/2002, según el cual:
La decisión de adelantar la hora oficial por el tiempo de una hora durante los meses con mayor cantidad de horas de luz se ha venido adoptando en España y en otros países desde las primeras décadas del siglo XX.
En España, la primera norma publicada con tal contenido fue el Real Decreto de 3 de abril de 1918, por el que se adelantaba la hora oficial «como medio de conseguir el ahorro de carbón». En los años posteriores se adoptó la hora de verano mediante órdenes de la Presidencia del Consejo de Ministros de vigencia anual, pero con una frecuencia irregular e intermitente, hasta que en el período comprendido entre 1950 y 1973 la práctica fue abandonada por completo.
La recuperación de la costumbre del adelanto horario tuvo lugar en 1974, con carácter general en Europa. Se adoptó de forma drástica y urgente ante la crisis del petróleo sobrevenida en dicho año. Desde entonces, y hasta 1984, una orden anual de la Presidencia del Gobierno vino estableciendo la hora de verano ininterrumpidamente, y de forma coordinada con los demás países europeos, pero con absoluta autonomía normativa respecto a los mismos.
Producido ya el ingreso de España en las Comunidades Europeas, la hora de verano se ha establecido regularmente en nuestro país mediante la trasposición de las Directivas europeas en esa materia.
La Directiva 2000/84/CE, de 19 de enero de 2001, del Parlamento Europeo y del Consejo, establece que desde el año 2002 en adelante, el inicio del período de la hora de verano será el último domingo de marzo, y su fin tendrá lugar el último domingo de octubre; en ambos casos a la una de la madrugada, hora de tiempo universal. De este modo todos los ciudadanos e instituciones privadas y públicas de la Unión pueden conocer anticipadamente las fechas del cambio horario anual y planificar su actividad, mientras la citada Directiva permanezca en vigor.
Personalmente me parece un coñazo cambiar el reloj cada seis meses y si pudiese no lo haría, viviría siempre en el mismo horario. Posiblemente en el de verano. Llevo fatal eso de que a las cinco de la tarde se haga de noche y no ver la luz del día salvo que tengas la oportunidad de escaparte un rato a la calle en horario laboral. Siempre me pregunto lo mismo ¿realmente realmente se consigue un ahorro energético global o únicamente se trasladan los coste del consumo de energía a distintos tipos de consumidores?