No estaba en mi calendario ferial, pero el sábado pasado acudí, inmejorablemente acompañado, a la XIV Feria Internacional del Turismo de Interior, INTUR 2010, que se celebraba en Valladolid. Gracias a las invitaciones de un amigo puede relativizar lo vivido hace unas semanas en NATURIVA. Las comparaciones son odiosas, especialmente si enfrentamos es una feria turística con un mercadillo de ropa y accesorios para la nieve.
La crisis también estaba presente en INTUR: pocos pichigüilis, tan escasos que parecían destinados únicamente al intercambio. No afectó la crisis a la oferta turística ni a la diversidad de expositores: en INTUR se podían encontrar desde pequeños alojamientos rurales y empresas de actividades en la naturaleza a cadenas hoteleras, pasando por una nutrida oferta institucional y destacando una marginal (por ubicación dentro de la feria) oferta internacional de turismo cultural y de naturaleza. Publicaciones especializadas, asociaciones sectoriales y distintas marcas de calidad llenaban el espacio de la Feria de Valladolid, cuya atmósfera se completaba con diversas muestras folclóricas.
Esas dos variables parecen ser el mejor argumento para captar la atención del turismo: cultura y naturaleza. Así pues, los distintos territorios están potenciando sus valores para atraer un público que, supuestamente, demanda alternativas al sol y playa. Frente al consumismo promovido por otras opciones, el turismo de interior ofrece sensaciones: rutas por los paisajes favoritos de los cineastas locales, los lugares visitados por algún famoso peregrino o a los vestigios de antiguos pobladores de la zona. Se utilizan como reclamo los aullidos del lobo y el trino de las aves o el sabor de una buena degustación micológica. Todo ello regado con un buen vino de la tierra.
Confirmando la sensación con la que salía de NATURIVA, la única presencia de la Comunidad de Madrid con la que me tropecé en INTUR era a cuenta de la Mancomunidad Embalse del Atazar y la Senda del Geraro, lo que dice muy poquito a favor del tipo de turismo y actividades en la naturaleza que se promocionan, a nivel institucional, en este territorio.
Tal vez, en otro tiempo, se pudiera pensar que la dejadez hacia el medio natural era síntoma de interés por su conservación. Hoy tenemos claro que quienes no planifican y gestionan un uso racional de su medio rural pueden estar privatizándolo para su propio uso y disfrute, alejando incómodos paisanos o visitantes que les molestan cuando esquían, juegan al golf o salen de caza.