En mi religión, esa en la que la sucesión ecológica es el único dios y la biodiversidad es su profeta, el infierno existe. No hay un acuerdo muy claro sobre cómo es, ya que distintos predicadores lo describen de maneras diferentes, pero todos están de acuerdo en que, de alguna manera, el infierno es inhóspito y homogéneo. Para algunos tiene forma de desierto de arena con temperaturas abrasadoras, para otros es un gélido manto de hielo. Otras versiones hablan de un continuo de asfalto – hormigón que tapiza toda la superficie.
Tampoco está claro el modo en el que se alcanza este indeseable destino. Hay una serie de pecados que, inevitablemente, llevarán antes o después a toda la humanidad a sufrir los rigores de alguna forma de infierno, pero no todos los predicadores consideran como capitales los mismos pecados. Es más, para diferentes gurús, el mismo camino puede llevar a dos infiernos distintos. Por ejemplo, la emisión de gases de efecto invernadero lo mismo puede llevarnos a un infierno helado que a uno abrasador. Incluso algunos predican que no hay salvación, que el destino, independientemente del comportamiento de las personas, está escrito en las estrellas y no hay forma de librarnos de él.
Que el infierno existe, independientemente de todo lo anterior, es algo cierto. Y se puede comprobar todos los días. Hay demonios que vienen de él y se infiltran entre nosotros. Su objetivo es hacernos olvidar que existe el infierno a la vez que nos arrastran allí. Afortunadamente, identificarlos es fácil, sobre todo cuando se reúnen: dan lugar a encuentros en los que todo el mundo está de acuerdo, no existen discrepancias y se admiten sus propuestas sin discusión. Todo lo contrario a lo que cabría esperar si actuase la diversidad.
El problema es que estos demonios, poco a poco, utilizan su influencia para extender el infierno entre nosotros. Aplicando técnicas perversas, convierten a las personas de buena voluntad y las hacen participar en sus ritos. Desvirtúan el mensaje de la sucesión ecológica y hacen que, poco a poco el horrible y temido destino se extienda por nuestra realidad cotidiana.
7 respuestas a «El infierno existe y no es sostenible.»
[…] conocer las tendencias en cuanto a consumo respetuoso con el medio ambiente, eso sí, respetando la religión de cada uno: desde lo formalmente ecológico a lo claramente místico (ecobola incluida). Sin lugar a dudas una […]
[…] en un desesperado intento de redención para evitar ir al infierno, voy a hacer una enumeración, no exhaustiva y abierta, de pecados típicos que no se deberían […]
[…] conocer las tendencias en cuanto a consumo respetuoso con el medio ambiente, eso sí, respetando la religión de cada uno: desde lo formalmente ecológico a lo claramente místico (ecobola incluida). Sin lugar a dudas una […]
[…] supuesto, de religión no hablamos, cada quien que le rece a lo que le […]
[…] se escudan para no separar los envases en sus casas” -yo separo mis residuos conforme a mi religión– es una petición formal para que dejen de gastarse el dinero que pagamos para el reciclaje […]
[…] fiscal y no sé cuántos otros pecados al consumo responsable acabaré en el infierno. Pero la tentación es fuerte cuando puedes conseguir que te traigan hasta tu casa el mismo […]
[…] algunos se escudan para no separar los envases en sus casas” -yo separo mis residuos conforme a mi religión– es una petición formal para que dejen de gastarse el dinero que pagamos para el reciclaje en […]