Que todo el mundo quiere tus datos no es una novedad. Quizá no sea más que para llamarte todos los sábados a la hora de la siesta, llenarte el buzón de impersonales panfletos en los que aparecen tu nombre y apellidos, llenarte el correo electrónico de spam, o freirte con anuncios contextuales cada vez que navegas por la red de redes. El caso es que todo el mundo quiere tus datos para algo y tiene distintas estrategias para conseguirlos.
La tarjeta de fidelización del super y el irresistible anuncio de Internet tienen por objetivo conseguir una manera de lavarte el cerebro para comprar cosas que no necesitas a precios que no estás dispuesto a pagar. Bombardeándote con cupones descuento asociados a tu última compra, o con un insistente anuncio relacionado con las «cookies» que guarda tu navegador.
Pero hay formas más sutiles de conseguir información para objetivos más grandes. Por ejemplo, la mayor parte de los trámites relacionados con subvenciones públicas o deducciones fiscales implican que autorizas a la Administración a revisar tu situación fiscal y, según el caso, la de todos los que te rodean. Nada inquietante para el común de los mortales que ingresan por cuenta ajena y no tienen posibilidad alguna de defraudar al fisco.
Otras son más peculiares, como solicitarte un número de teléfono móvil para permitirte la creación de una cuenta de usuario en la red social rusa de moda por permitir la carga y descarga de contenidos sujetos a derechos de propiedad intelectual. La alternativa a los servidores cerrados donde podía llegar el gran hermano, te pide que te identifiques con DNI (en España todos los teléfonos móviles están vinculados a un documento de identificación) antes de permitirte formar parte del club, cuyo principal reclamo es la posibilidad de hacer cosas de dudosa legalidad amparados por una la manifiesta falta de seguridad jurídica que ampara al operador.
La penúltima es la de la CIA: una jugosa oferta de empleo en la que si decides participar estás autorizando a la agencia a que investigue hasta el color de la ropa interior que llevas puesto. Como si no lo supieran ya. ¿De verdad un organismo como la CIA selecciona personal con un anuncio web? no se, creía que la cosa era más sutil. Curiosamente, postular a la oferta también te compromete a no descargar contenidos ilegales de Internet. Y no me pregunten cómo me llegó la oferta, seguramente a través de alguna inscripción en alguna página que ofrecía zapatillas baratas.
En cualquier caso, la estrategia no deja de ser una oportunidad estupenda para recopilar el consentimiento de cientos de miles de incautos alrededor del globo para renunciar a su privacidad. Suponiendo que tal cosa exista entre los usuarios de dispositivos permanentemente conectados, geolocalizados y cargaditos de aplicaciones que recopilan todo tipo de información sobre el usuario, o le invitan a generarla y ponerla a disposición de los programadores y distribuidores de esos juegos tan adictivos.
Por cierto, vuelvo a aprovechar la ocasión para recomendarles que se lean el libro «La sociedad de control», disponible en el enlace.