Ayer estuve en la conferencia de Jane Goodall en Madrid. Un repaso a su vida en una entrañable historia sobre como el apoyo incondicional de su madre la ayudó a mantenerse firme en la lucha por alcanzar el sueño de ir a África a estudiar los animales que había conocido en un libro. Un ejemplar de segunda mano de una historia sobre un tal Tarzán que se enamoraba de la Jane equivocada.
Escuchar, de la boca de la persona que las ha protagonizado, historias que has leído, estudiado o visto en los documentales de televisión fue una experiencia apasionante. La capacidad de Jane de contar sus vivencias y transportarnos a los lugares y situaciones que ha vivido en contacto con los chimpancés salvajes la convierten, sin lugar a dudas, en un miembro muy especial de nuestra especie. Esa especie que, según nos recordaba la etóloga, no se diferencia de los chimpancés por su capacidad de hacer y utilizar herramientas, ni siquiera por desarrollar comportamientos altruistas o admiración mística por los elementos de la naturaleza, pero que sí tiene una capacidad maravillosa de comunicación, de compartir experiencias e inquietudes, que nos permite buscar soluciones a problemas mediante la puesta en común del conocimiento, estudiando el pasado y planificando el futuro.
La capacidad de saber que cuando los profesores se empeñan en enseñar algo que, por nuestra propia experiencia, tenemos la certeza de que es erróneo, toca investigar la forma de dar una respuesta a esas inquietudes que nos motivan tanto como nos apartan de la manera socialmente aceptada de ver el mundo que nos rodea. De ver si la ciencia tiene respuestas para nuestras preguntas y de utilizarla para responder las dudas que plantea a otros nuestra forma de ver la realidad.
Para mí, lo mejor de la conferencia de Jane Goodall ha sido su mensaje de esperanza hacia el futuro. Su confianza en que la misma capacidad que ha llevado a un miembro de nuestra especie a caminar por la Luna nos permitirá atender los desafíos que enfrentamos. Una visión muy ilusionante que espero tener la oportunidad de seguir escuchando en directo en un futuro próximo y en un contexto distinto. Supongo que el marco de la tienda de referencia de la marca que te patrocina debe limitar de algún modo un discurso, si bien es cierto que sin la invitación de la «flagship store» de National Geographic en Madrid posiblemente nunca hubiese estado tan cerca de Jane Goodall, ni de la persona que me ha rumoreado que pronto volverá a visitarnos.
En resumen: somos capaces de tomar decisiones inteligentes que permitan a nuestros hijos seguir disfrutando del planeta que compartimos. El reto está encima de la mesa. La información también. Sólo falta asumir nuestra responsabilidad y comportarnos como la especie más inteligente que habita este planeta.