Ayer tuve la oportunidad de asistir, formando parte del panel de consumidores, a la sesión de networking convocada en el contexto de InnovAcciones 360º. Un sarao, convocado por el Instituto de Ciencia y Tecnología de Polímeros, donde científicos, PYMES y consumidores se reunieron para buscar un envase adaptado a las necesidades del mercado.
El encuentro estuvo dirigido por Carlos Magro y Javier Martínez que nos propusieron una dinámica que nos fue llevando desde las motivaciones e inquietudes de cada uno a la generación de propuestas concretas, pasando por ponernos en el pellejo de los distintos agentes. Contra todo pronóstico, fuimos cumpliendo el horario previsto y llegando a resultados interesantes e ilusionantes. Para ello nos puso al mismo nivel: investigadores, consumidores y empresarios eliminamos por un rato las barreras artificiales que nos separan e interactuamos como iguales.
Particularmente, de la iniciativa me atraía la posibilidad de aportar mi visión crítica en algo con tantas implicaciones ambientales como el diseño y puesta en el mercado de envases de plástico.
Es más, en mi presentación me posicioné como ese ciudadano que está cansado de que le culpen de los malos resultados de la gestión de residuos de envases. Quizá podría haber aprovechado la ocasión para intentar levantar algún cliente a cuenta de los planes de prevención de envases, pero recordar que como ciudadano no me gusta que me trasladen la responsabilidad del productor no fue una buena estrategia comercial.
Ciertamente, no estaba allí para hacer clientes. Mi objetivo era aprovechar la puerta abierta del CSIC para asomarme y estar unas horas en el corazón de la investigación científica. Escuchar y compartir inquietudes con distintas personas que ven la realidad de una manera diferente. Así, hubo tiempo para charlar sobre la recogida selectiva y alternativas para envases complejos (como el tectán en el caso de los bricks), de escuchar sobre polímeros y las posibilidades que ofrece el etiquetado inteligente de envases. O de lo poco atractivo que puede resultar para el envasador la instalación de sensores que chiven al consumidor sobre la rotura de la cadena de frío.
Y conseguimos cristalizar propuestas. Colectivas e individuales. El compromiso de la organización es recopilar el material generado y liberarlo, así que no me voy a extender mucho más, ya iré enlazando a medida que se publique. Pero sí quiero compartir un par de ideas:
- me quedó claro que la pregunta qué hacer con el envase después de su uso se resolvería fácilmente si el envase no dejase residuo.
- la solución la tenemos, nuevamente, en la naturaleza ¿se imaginan que los alimentos viniesen envasados en un material con las características de la piel del tomate?
Pues eso, que buscando soluciones participativas y bioinspiradas podemos llegar muy lejos. Tenemos que aprender a compartir y encontrar espacios para la colaboración. Dejar a un lado los intereses particulares y ser conscientes de que los grandes retos, los problemas complejos que afronta la humanidad, requieren soluciones ideadas por personas y para personas.