A estas horas ya sabemos que Madrid no celebrará los Juegos Olímpicos de 2020. Durante las últimas semanas los medios de comunicación de masas nos habían convencido de que no era posible que fuesen en Tokio, por el problema que tiene Japón con Fukushima. Es más, tengo la sensación de que este verano se ha publicado más información en prensa sobre el accidente nuclear que en el tiempo que ha pasado desde marzo de 2011. De lo que no se ha hablado tanto es de la central de Garoña, hermana de la de Fukushima. Quizá sea para evitar recordar que, a pesar de todo el ruido mediático, la central sigue sin cerrar y parece que hay quien quiere mantenerla activa hasta 2019.
¿A qué viene esto? pues que si el argumento sobre el que descansaba la esperanza madrileña de la celebración de los juegos en 2020 era la seguridad nuclear, lo hemos aprovechado muy mal. Es cierto que en Japón no pasan por sus mejores horas, pero de aquí a 2020, por el bien de toda la humanidad, el riesgo nuclear relacionado con Fukushima debería estar controlado. Por su parte los españolitos, en lugar de anunciar a bombo y platillo el desmantelamiento de Garoña, estamos diciendo a la comunidad internacional que, como todavía no ha ocurrido una catástrofe, vamos a dilatar en el tiempo el riesgo y a aumentar las probabilidades. ¿Cuantos deportistas olímpicos hubiesen venido a Madrid en 2020 si Garoña hubiese estallado en 2019?
Y eso por no hablar de otros temas. La tragedia del Madrid Arena debía de haber sido motivo suficiente para retirar una candidatura olímpica basada en un alto (pero indeterminado si uno escucha con un mínimo de atención los míticos discursos de la alcaldesa) porcentaje de instalaciones construidas en condiciones que no garantizan la seguridad de sus ocupantes, dedicadas a usos poco o nada relacionados con el deporte y gestionadas de una forma que deja mucho que desear en lo que pretende ser un estado democrático de derecho.
Esperemos que el Ayuntamiento coja el guante de esa pregunta que no supo responder. Que deje de dilapidar dinero público en pasear por el mundo a comitivas de personajes tan manifiestamente incompetentes. Esperemos que se apliquen el cuento, ya han suspendido un número suficiente de veces como para no merecer otra oportunidad. Incluso para que la ciudadanía exija responsabilidades y que se devuelva el dinero público gastado en una representación que no ha servido más que para demostrar al mundo el lamentable nivel de nuestros representantes.
Y tampoco estaría de más que empezásemos a apostar por el deporte en casa. Quizá sea momento de arreglar aceras, recuperar zonas verdes o reabrir al público instalaciones como la piscina del Barrio de la Concepción. Madrid no necesita olimpiadas para ser la sede de las principales empresas con presencia en el país. Lo que no ayuda a crear empleo es que sus dirigentes abandonen a la población para hacer negocios privados con el dinero de los madrileños.