Lleva más de 15 años conmigo. No recuerdo exactamente si lo compré con mis primeros ingresos de becario en Complutec Ambiental, si fue un regalo familiar por iniciarme en la vida profesional o una mezcla de ambas. En cualquier caso, ha sido una buena inversión: me ha acompañado durante toda mi vida laboral. Igual que el apelativo de que mi hermana me adjudicó en alguna cena familiar por las extensas explicaciones a las preguntas sobre dónde depositar cada residuo. “Espero que no seas tan soporífero en las respuestas cuando tus alumnos te pregunten en clase”.
Un maletín de cuero que aguanta estoicamente los avatares de un curriculum folclórico: se ha paseado por empresas de consultoría, colegios, institutos de secundaria, centros tecnológicos, cursos para desempleados, cursos para funcionarios, certificados de profesionalidad, clases de máster, despachos de abogados, empresas de gestión de residuos, plantas de clasificación de residuos, depuradoras, centrales térmicas, empresas textiles, farmacéuticas, industria química, empresas de autobuses, centros logísticos, administraciones varias…
Tenía una larga cinta de cuero con la que colgarlo del hombro, dando un aire alternativo al muchacho imberbe de traje gris que se pasaba el día explicando qué era un ambientólogo y para qué servía un licenciado en ciencias ambientales en entrevistas de trabajo, visitas comerciales o charlas de orientación laboral en la universidad. En una carrera con más carga de la recomendada -dos grandes carpetones de un sistema de actualización de legislación ambiental de cuyo nombre no quiero acordarme- uno de los enganches partió, por lo que la mayor parte del tiempo ha sido transportado por su práctica asa. Siempre en la misma mano, unas veces como becario, otras como empleado por cuenta ajena, subcontratado, personal laboral, autónomo…
En su interior ha transportado exámenes de biología y geología e interesantes propuestas de innovación ambiental para el sector de automoción o el tratamiento de purines en forma de proyectos de fin de máster. Listados de alumnos de varias promociones del Máster en Gestión Ambiental en la Empresa de ISM, propuestas económicas para todo tipo de trabajos de consultoría, materiales de educación ambiental, informes sobre suelos contaminados, memorias anuales de residuos, autorizaciones varias, un sonómetro para medir ruido… Varias ediciones del ADR -las que van desde la versión de 1999 a la de 2015-, todos los números de iAguaMagazine -nunca juntos-. Un portátil, un netbook, varios modelos de teléfono móvil, desde el “one tochísimo” o el 3310, a mi primer teléfono inteligente y, últimamente, un bq de diseño patrio.
Manuales técnicos, informes de indicadores ambientales, ensayo, novela, un lector de libros electrónicos, cuadernos, agendas, pero todavía se le resiste la tablet. Aquél paraguas que olvidé en un bar de Alcalá de Henares el último día de aquel curso de sistemas de gestión ambiental y la bufanda que se me quedó en el autobús de “la conti” también solían ir dentro cuando no hacían falta.
El caso es que tanto ajetreo acabó saltando un remache, reemplazado en la zapatería del barrio por otro que convertiría al maletín en único e inimitable. Pero empiezan a fallar otras cosas. Los prácticos compartimentos interiores, en particular el que separaba dentro de una cremallera lo importante de lo más importante, empiezan a comunicarse entre sí. El estado de precariedad del asa sugiere que me abandonará en cualquier momento.
He de reconocer que he fallado a su fidelidad alterándolo con alguna bolsa de lona y varios productos corporativos, de materiales sintéticos, destinados a cumplir una función similar, pero nada como mi viejo maletín de cuero. No habrá otro igual, nada es como lo de antes, pero ha llegado el momento de empezar a buscar ¿sabéis dónde puedo encontrar un maletín que me acompañe los próximos 15 años de mi vida?
9 respuestas a «El maletín del profesor siestas necesita sustituto.»
DEP.
Raúl, no adelantemos acontecimientos… está terminal pero todavía está. Y me han comentado que lo del asa tiene una solución relativamente sencilla, así que lo mismo tienes ocasión de conocerlo.
Gracias por tu visita y comentario.
Buenas Alberto,
¿Cómo estas? Espero que en mejores condiciones que el maletín, aunque el tiempo pasa para todos…Después de leer todos los destinos de ese maletín, me preguntaba cual ha sido el último..Es decir, ¿en qué andas ahora? ¿Estas full time en el ISM?
Gracias por tu visita y comentario Luis,
Buena pregunta cuando lo tenga claro te comento. ISM es muy exigente con sus profesores, no te puedes dedicar «full time» a formación en ISM. Pero sí que he ocupado muchas horas una mesa en su espacio de trabajo compartido. Últimamente no tengo tiempo de parar por allí salvo alguna visita ocasional.
¿Qué tal te va?
Un abrazo,
Alberto
¡Alberto! Me ha encantado tu post. Al ver las fotos… me ha venido alguna que otra imagen tuya con él en la mano…cómo va pasando el tiempo! Me alegra que de una manera u otra…sigamos «conectados» a lo largo de los años. Un abrazo
Gracias María,
Sí, es la historia del maletín, pero hace tanto tiempo o más que nos conocemos y en alguna que otra hemos coincido los tres. Espero que sigamos coincidiendo, esté o no el maletín.
Un abrazo.
Alberto, he disfrutado con el repaso original que le das a una curtida trayectoria. Recuerda a esos documentales en los que una cámara adosada a un objeto nos permite ver el recorrido que hace y sus avatares, de modo que te identificas con el objeto que parece tener personalidad propia. Un saludo.
Gracias Javier, si el maletín hablase…
Un abrazo.
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