Tenemos un problema con nuestras prendas de vestir. La ropa que utilizamos está llenando los mares de microplásticos. En cada lavado se desprenden fibras de tamaño microscópico, tan pequeñas que no pueden ser retenidas en las depuradoras de aguas residuales, que pasan a la dieta de los animales acuáticos. Y acaban en nuestra mesa en forma de marisco, pescado… Con todo, y a pesar de que hay indicios de que todas las personas defecamos plástico, no es lo peor, ni lo único que se puede decir al respecto.
Cada año, más de 900.000 toneladas de residuos textiles acaban en los vertederos en España. El dato, comparado con los 22 millones de toneladas de residuos que generan los hogares españoles, es anecdótico. Pero si nos paramos a pensar en la huella ambiental que tiene transportar la ropa desde los países donde se fabrica o la ingente cantidad de agua que se necesita para hacer unos pantalones vaqueros, desde el cultivo del algodón hasta el tintado de las telas… la cosa cambia.
Gran parte del problema reside en que vivimos en un modelo de producción y consumo basado en productos de usar y tirar. Y la ropa no es ajena. Lo que no consigue la obsolescencia percibida (funciona muy bien con las víctimas de la moda, pero no tanto con quienes vivimos poco atentos a las tendencias, sin preocuparnos de si este año tocan líneas verticales, cuadros, o el estampado de turno), se arregla con obsolescencia programada: fibras y tejidos que se deshacen en cuatro lavados o se deforman irremediablemente después de unas semanas de uso.
Es el modelo de negocio: comprar, usar, tirar. Cuanto antes llegues al final antes vuelves a la casilla de salida. A pasar por caja. Para agilizar el proceso se van cambiando las materias primas. De la lana pasamos a las fibras sintéticas. De los telares a las fábricas chinas, de allí a la mano de obra todavía más barata de Bangladesh… una escalada de violencia infinita que se lleva por delante al medio rural, a los usos tradicionales del territorio, los derechos humanos, los peces del mar, nuestra salud… y el espacio disponible para acumular miles de toneladas de residuos que dejamos en herencia a las generaciones futuras.
Lo bueno es que todo esto tiene solución. Y es fácil. Basta con aplicar adecuadamente el principio de responsabilidad ampliada del productor: ¿pones en el mercado productos que con su uso se convierten en residuos? Incorpora en tu modelo de negocio los costes ambientales, económicos y sociales que generan esos residuos. El cómo es lo que podemos discutir. ¿Más contenedores de colores? Quizá hay otro camino. Y está explorado.
La ventaja del textil, frente a otros flujos de residuos, es que estamos ante materiales muy, pero que muy, agradecidos. Muchos de los residuos textiles se pueden reutilizar, y la inmensa mayoría se puede reciclar. Es relativamente sencillo coger una prenda de ropa y recuperar las fibras que componen sus tejidos. Podemos utilizar el resultado del deshilachado para un sinfín de aplicaciones donde, directamente, no es necesario volver a tejer. Pero también podemos procesar las fibras y obtener hilos con los que hacer nuevos tejidos.
Pero voy más allá. Si realmente la industria asumiese el coste de recoger, procesar, gestionar y reciclar los residuos textiles quizá tendría incentivos para mejorar la durabilidad de la ropa que nos vende. No podemos olvidar que la ropa (y cualquier producto) es barata porque esconde costes en otras partes. Sí, las fibras de plástico son más baratas que la lana: porque nos ahorramos la retribución de los esquiladores a costa de gastar petróleo en hacer hilos y en transportarlos (varias veces) de una punta a otra del planeta. Sí, tenemos camisetas baratas, que lo son porque salen de fábricas donde el trabajo es esclavo y se hace en unas condiciones de precariedad inhumana… ¿seguimos?
Por otro lado, insisto en la idea de que vivo ajeno a las modas que vienen y van (no sé si me gusta cómo suena en la voz de Loquillo), está la opción de pensar en la moda como servicio. Yo no tengo ninguna necesidad de poseer ropa: necesito ir vestido. Acudo a una tienda a comprar unos vaqueros porque los míos tienen un agujero en la entrepierna. Pero el resto del pantalón sigue siendo funcional. ¿Por qué tengo que pagar uno entero si, salvo el desgaste en las zonas de roce y las fibras que han escapado por del desagüe de la lavadora, el pantalón es plenamente funcional?
El concepto no es nuevo. En el ámbito de la energía se aplica a la oferta de confort térmico: en vez de comprar una caldera en propiedad y pagar el combustible que gasta, una empresa de servicios energéticos puede proveer una temperatura adecuada durante todo el año. Así, el negocio pasa de vender calderas a asegurarse de que estas tienen la mayor vida útil y el menor mantenimiento posible.
Algo similar ocurre con las flotas de automóviles compartidos: si el mantenimiento corre a cuenta de la empresa que presta el servicio, tendrá incentivos para hacerse con vehículos duraderos y que hagan un uso eficiente de la energía. Cambia el concepto del coche en propiedad como medio para satisfacer la necesidad de desplazamiento, al menos en la ciudad, gracias a la disponibilidad de vehículos eléctricos que tienen menos averías mecánicas.
Personalmente, si un establecimiento me proveyese de pantalones vaqueros, camisas azules y jerséis de lana grises, retornables me ahorraría muchos disgustos. El primero el de perder el tiempo probando modelos y marcas que se siguen empeñando en que el número que indica la talla signifique cosas distintas, simplemente, cambiando de estantería dentro de una misma tienda. Si entre compra y compra pasan un par de años y no repites establecimiento… encontrar pantalones con los que te sientas cómodo se complica. Pagaría una tarifa plana, como hago con el teléfono, internet…
Dentro del incipiente movimiento por la moda sostenible son varias las corporaciones que han probado formas de fidelizar clientes concienciados con la sostenibilidad. Desde fabricar con criterios ambientales y sociales para poner en el mercado ropa acogida a etiquetado ecológico, hasta remunerar de manera simbólica a quienes devuelven ropa usada a los establecimientos.
Llegados aquí quizá merece la pena citar algunos ejemplos de lo que podría hacerse. La marca de calzado Dr. Marten mantuvo durante algún tiempo una línea con garantía “de por vida”. Recientemente (precisamente ahora que ando buscando unas botas) ha abandonado esta estrategia, justificando en que la sustituye por una línea similar.
También captó mi interés la iniciativa de El Corte Inglés con los vaqueros usados. A pesar de ser una experiencia puntual y limitada en el tiempo, ilustra muy bien el camino que podrían seguir las empresas textiles responsables y comprometidas con la sostenibilidad: vincularse a una empresa local (como Hiladuras Ferre en este caso) que recuperase las fibras para hacer prendas nuevas. El objetivo debería ser cerrar un modelo circular, de ciclo corto, cercano, sin largas cadenas de transporte de residuos y materias primas emitiendo gases de efecto invernadero y generando miseria por todo el planeta.
Dura más en el tiempo y parece que va dando frutos en la buena dirección la campaña de H&M. Sí, es solo una pequeña parte de un gran modelo de negocio donde hay una buena parte de usar y tirar. Pero también hay un poco de ecológico y algo de ropa retornable: una línea de prendas creadas a partir de tejidos usados. Una apuesta por algo que va teniendo forma circular: vender productos creados con los residuos de tus productos anteriores. Y que sirven para lo mismo para lo que servían la primera vez que los vendiste.
Los vaqueros, tejanos… dan mucho juego, tanto a las grandes corporaciones como a iniciativas más pequeñas y cercanas como esta que nos traía Yve. Es cuestión de buscar, pero ya hay mucha gente trabajando en recuperar la ropa que ya no quieres para hacer ropa nueva. O calzado.
Quizá también habría una oportunidad para la lana. Una fibra natural cada día más olvidada, con consecuencias que van más allá de la contaminación por microplásticos que causa la alternativa barata. Pero de eso ya hablamos otro día. Hoy me bastaba con ponerte otro ejemplo de que los sistemas de depósito, devolución y retorno no se agotan en los envases: pueden aplicar a cualquier cosa de usar y tirar. Incluida la ropa.
La recogida de ropa usada en los establecimientos que venden ropa nueva no supondrá el fin de las fibras en el fondo del mar, ni acabará con la extracción de materias primas. No será el paso definitivo para la moda sostenible. Pero, si otros agentes que viven de poner en el mercado productos que con su uso se convierte en residuos tomasen nota de los ejemplos de estos pioneros, reduciríamos significativamente el espacio que ocupamos en los vertederos con ropa de usar y tirar. Se mejoraría condiciones de trabajo en toda la cadena de valor. Se reducirían las emisiones de efecto invernadero…
¿Qué te parece la idea de ropa reutilizable? ¿Pagarías una cuota fija por el servicio de ir vestido en vez de por poseer la ropa que gastas en el día a día? ¿Qué prenda de tu armario o zapatero te gustaría haber comprado con garantía “para toda la vida”?
8 respuestas a «¿Moda sostenible? Ropa retornable.»
Estaba esperando un post sobre esta tema desde hace tiempo!Muchas gracias por compartir esta información. Es difícil contestar a las preguntas que haces la verdad, y eso que querría contestar que si a todas. Al fin y al cabo es una cuestión de educación y concienciación que además tiene que luchar contra los patrones de consumo que nos han impuesto hoy en día.
Gracias Paula,
Espero que estuviese a la altura. Habrá más no tardando mucho.
Saludos,
Alberto
Según Cabildo de Gran Canaria de la fracción resto el 16% es textil (ropa y complementos).
Con esta cifra en Las Palmas de Gran Canaria el 2017 (132.000 t fracción resto) se depositó en vertedero unas 20.000 t de textil.
Con estas cifras en Las Palmas de Gran Canaria en 2017 se pagó en tasa de vertedero 1.200.000 € en concepto de enterrar textil.
Son cifras para pensar.
saludos
Pues sí José Juan,
Son cifras para pensar. De momento le pones precio a toda ese textil enterrado y que podría estar siendo aprovechado para algo. Pero a la industria le sale más barato que se entierre con dinero de todas las personas que recuperarlo para reciclarlo.
Y así nos va.
Saludos.
Hola, Alberto:
Desde luego todo pasa por comprar menos ropa y, en lo posible, más duradera. Pero al final, llega un momento en que hay que deshacerse de ella.
Yo he tirado algunas bolsas de ropa vieja a los contenedores de Humana, seguro que sabes a los que me refiero. Sabía que usan la ropa recogida para extraer la fibra que luego venden para limpiar maquinaria. Después supe que también tienen tiendas de ropa de segunda mano. Hasta ahí todo bien.
Pero después de leer tu artículo me puse a buscar más información sobre esa organización, en parte extrañada de que no los mencionadas en tu post. Solo he encontrado noticias de periódico antiguas donde se dice que son una rama de una secta, lo que ya de por sí no es bueno; pero es que además también se citaba a empleados que dicen que toda la ropa no apta para venderse en las tiendas de segunda mano iba a vertedero.
¿Sabrías tú decirme algo al respecto?, ¿tienes alguna información sobre cómo funcionan? Te agradezco cualquier dato.
Y te agradezco también toda la información que públicas en el blog. Soy lectora incondicional.
Un saludo.
Gracias por tus palabras Laura.
Lamento comunicarte que no tengo más información sobre Humana ni sobre las prácticas actuales de esta organización.
Saludos,
Alberto
Muy buen blogg
Aunque esto es un ploblema que debemos parar ya
Gracias por tu visita y comentario, espero que este espacio sirva para crear conciencia y ayudar a compartir inquietudes.