El problema de los residuos tiene muchas caras y posibles soluciones. Algunas están al principio y otras al final de la tubería. Recoger basura del campo es una medida necesaria para reducir su impacto en los ecosistemas, pero esconde la necesidad de adoptar otras estrategias.
Sacar un frigorífico del cauce de un río es clave para frenar la contaminación que puede estar generando, siempre que no evite plantearnos preguntas ¿quién lleva esos residuos a la naturaleza?
Personalmente no se me ocurre en qué situación un particular acarrea un pesado y voluminoso electrodoméstico fuera de uso hasta el monte. Supongo que se darán casos en los que al interesado no se le ocurra dejarlo en el portal de su casa, junto a los contenedores de su calle, el punto limpio de su pueblo… y decida seguir avanzando con la lavadora al hombro hasta la cima de un cerro desde el que despeñar el aparato.
Sí hemos visto estos días el vídeo donde, supuestamente, los responsables de su reciclaje dejan caer una nevera vieja ladera abajo. Según distintas fuentes el desalmado es empleado de la empresa que debería estar dando una salida adecuada a los residuos de electrodomésticos.
Este gesto refleja la falta de compromiso con la legislación vigente en materia de gestión de residuos. En particular la mala aplicación del principio de responsabilidad ampliada del productor. Para aparatos eléctricos y electrónicos (prácticamente cualquier cosa que enchufes a la electricidad o a la que puedas poner pilas) existe la obligación del comerciante de quedarse con el aparato viejo que sustituyes por uno nuevo.
En teoría esto debería servir para incentivar la prevención: si los fabricantes tienen que asumir los costes de gestión del residuo (recogida, transporte, tratamiento, reciclaje, eliminación…), quizá se planteen diseñar productos con una mayor vida útil, que puedan ser reparados… o, al menos, que se puedan desmontar y separar en piezas reciclables. El objetivo es reducir el impacto de los residuos internalizando los costes en la cadena de valor de los productos.
Pero con demasiada frecuencia vemos que las lavadoras, frigoríficos y otros electrodomésticos acaban amontonados en descampados a las afueras de las ciudades, arrojados debajo del puente del río o, en el mejor de los casos, despedazados en las aceras de nuestras calles.
Sí, podemos y debemos pedir la cabeza de quien lanza la nevera ladera abajo. Y retirar los residuos del medio natural para que no sigan contaminando los ecosistemas que nos alimentan. Pero la denuncia tiene que ir más allá. Identificar al fabricante del electrodoméstico, a la organización responsable de la recogida, a la empresa titular de la furgoneta profesional dedicada al transporte de residuos.
Prevenir el abandono de basura en la naturaleza pasa por la concienciación de personas particulares, pero también porque todos los agentes implicados en la cadena de recogida, tratamiento y gestión actúen de acuerdo con su nivel de responsabilidad.
Como consumidor, la mía empieza en una decisión de compra y acaba cuando entrego los residuos a quienes tienen que llevarlos a una instalación de tratamiento. Si por el camino se entretienen buscando soluciones más lucrativas, pero con un mayor impacto ambiental, no se me puede responsabilizar. Yo pago por la gestión al final de su vida útil cuando compro productos que se convertirán en residuos y cuando mi Ayuntamiento me reclama las pertinentes tasas de basuras.
Incluso explico a cada transportista la obligación legal de llevarse el aparato viejo que sustituyo con el que me acaba de traer. Pero no puedo comprobar si la cadena de distribución está destinando la parte del precio que pago a capacitar a esos transportistas, o si lo que se me cobra en cada compra como «tasa ecoraee» es un impuesto revolucionario que no cumple su verdadera función.
Tampoco puedo ir detrás de cada furgoneta a verificar si desguazan los electrodomésticos que se llevan de casa en el descampado más cercano, liberando sustancias peligrosas, abandonando los residuos que no tienen salida en la economía sumergida y comerciando las piezas o los materiales que tienen un precio en el mercado negro.
Lo dicho. Sal a recoger basuraleza siempre que puedas o quieras. Pero evita ser cómplice de quienes deberían evitar que tus electrodomésticos rueden ladera abajo.
Ampliación: La Guardia Civil ha levantado acta de infracción a la empresa de gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos de Olula del Río (Almería) para la que trabaja el operario que difundió un vídeo en redes sociales en el que se le podía ver lanzando un frigorífico por una ladera en un monte público de la Comarca del Almanzora.
2 respuestas a «Basuraleza: nevera por la ladera»
[…] Especialmente cuando, sistemáticamente, las limpiezas encuentran escombros, neumáticos, colchones, muebles y electrodomésticos como formas significativas de basura dispersa. Y sabemos que los colchones no llegan solos al cauce del río o hemos visto como quien debería llevarlas a la instalación de tratamiento es quien tira las neveras ladera abajo. […]
[…] ⊗ ¿Quién paga? La ley deja muy claro que, de acuerdo con el principio «quien contamina paga», los costes relativos a la gestión de los residuos y a los impactos medioambientales, tendrán que ser sufragados por el productor inicial de residuos o por el poseedor anterior o actual (art. 11). Por ejemplo, los ayuntamientos NO deberían pagar nada por la recogida de residuos de envases. ¿Se cumplirá la ley? Las empresas deberían pagar para limpiar calles, ríos, mares y carreteras (desde plásticos, a neveras). […]