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Acabo de leer ¿Qué hacemos con los idiotas?

En estos tiempos extraños en que mi ingenuidad no deja de encontrar nuevos y sorprendentes ejemplos de estupidez humana el libro de Maxime Rovere me ha ayudado a reconciliarme conmigo mismo. No sé si en mi caso se pueda cumplir lo que propone el subtítulo “para no ser uno de ellos” o me ha llegado demasiado tarde, pero “Qué hacemos con los idiotas” era una lectura que necesitaba como agua de mayo.

El autor propone un interesante estudio de la idiotez partiendo de “tres conclusiones aventuradas como preliminares”:

  • Siempre somos el idiota de alguien.
  • Las formas de la idiotez son infinitas.
  • El principal idiota está en nosotros.

A partir de aquí el autor analiza cómo se cae en las redes de los idiotas y lo fácil que es, en la lucha por librar a la humanidad de este mal, convertirse en un idiota apartándose del ideal humano.

El libro se divide en 14 capítulos de lectura rápida que nos van llevando por distintas consideraciones filosóficas sobre el asunto estudiado, incluyendo cuestiones clave como por qué nos gobiernan los idiotas o por qué los idiotas ganan siempre.

Al final de cada apartado Maxime Rovere cierra con una frase especialmente troquelada, como él dice “para que los más jóvenes, si lo consideran urgente, vayan a pintarlas por las paredes, y tú te las fijes debajo de los párpados para no olvidarlas jamás”.

Sacarlas del libro podría descontextualizarlas, pero son grandes enseñanzas con las que podemos orientar nuestra convivencia con la estulticia que nos rodea. A modo de ejemplo la sexta, en el capítulo donde se reflexiona sobre cómo los idiotas no quieren dejar de serlo y no escuchan las razones de quienes tratan de combatir su idiotez, nos dice:

“Renuncia a los juegos de lenguaje. Los idiotas no quieren comprender”.

El repaso sigue por cuestiones como la autoridad moral o la capacidad destructiva de los idiotas, donde el autor nos recomienda hacer la paz y dejarlos que hagan la guerra.

De un modo distendido, el libro trata la ética de las interacciones humanas y reflexiona sobre la idiotez como una expresión del fracaso en nuestras relaciones. Así, aborda cuestiones como el papel de las lecciones morales o los argumentos de autoridad a la hora de tratar de imponer nuestros particulares e intransferibles puntos de vista.

No sé si habré conseguido asimilar las enseñanzas del filósofo o si seré capaz de salir de mi propia idiotez, pero sí puedo decir que el libro me ha ayudado a relativizar alguno de los conflictos internos que estos meses de confinamiento habían ido cociendo a fuego lento. Al menos espero haberme reconciliado con el idiota que llevo dentro y, desde luego, he pasado unos buenos ratos leyendo unas páginas llenas de humor e ironía.

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