Parece que SARS-CoV-2 seguirá algún tiempo marcando nuestro día a día. Poco a poco se va progresando en el conocimiento del virus y de la enfermedad COVID 19, vamos aprendiendo a normalizar pautas higiénicas para prevenir el contagio, pero los rebrotes nos mantienen en una situación de alerta ante lo que podría estar por venir.
Una de las lecciones que hemos aprendido nos habla de globalización y economía. El paraíso de consumo en el que vivíamos antes del inicio de la pandemia mostró su peor cara durante los días que pasamos encerrados viendo como productos necesarios para atender a los enfermos y proteger a quienes velan por nuestra salud escaseaban en el mercado internacional.
La escasez de mascarillas, más allá de cualquier polémica sobre la gestión de la crisis sanitaria, nos dejó un mensaje claro sobre la deslocalización industrial. Confiar la producción de un bien estratégico a la mano de obra precarizada en un país lejano puede pasarnos malas jugadas. Primero por la escasez y después por la dudosa calidad del bien conseguido.
Meses después y superado lo peor de la crisis sanitaria lo que nos asaltan nuevas inquietudes. Los puestos de trabajo perdidos, la necesidad de reactivar la economía… incluso el impacto ambiental de los residuos de la pandemia.
Las mascarillas se están convirtiendo en la herramienta más útil que tenemos para combatir el coronavirus en nuestro día a día. Obligatorias en situaciones en las que no podamos mantener una distancia mínima, nos permiten reducir el riesgo de trasmitir o ser contagiados en lugares como los transportes colectivos o centros de trabajo como en otros espacios públicos. Poco a poco, ante las evidencias de la capacidad del virus de transmitirse por el aire, van pasando de ser una recomendación a una obligación.
En este contexto la oferta de mascarillas va en aumento. Desde los lotes de usar y tirar hasta increíbles diseños de moda que no están al alcance de todo el mundo. Y una amplia oferta intermedia en la que podemos encontrar opciones interesantes. Cada persona tiene la responsabilidad de utilizar mascarillas, pero también de tomar decisiones que ayuden a cambiar el modelo de producción y consumo que nos ha traído hasta aquí.
Esta nueva necesidad ha sido una oportunidad para quienes han tenido la capacidad de adaptarse y proveer al mercado de un producto que tendremos que utilizar a diario, al menos, durante los próximos meses. Es el caso de la Fundación Taller de Solidaridad, que me ha dado la oportunidad de probar sus mascarillas solidarias, éticas y estéticas confeccionadas por mujeres en Málaga en Proyecto Hilandera, un taller textil de promoción social.
El valor diferencial del proyecto reside en su enfoque social, aprovechan la demanda de mascarillas para dar a conocer su organización y las actuaciones que llevan a cabo, pero también para recaudar fondos con los que contribuir a mejorar la situación de personas en riesgo de exclusión social.
Su apuesta son mascarillas higiénicas reutilizables y de una sola capa de tejido homologado por AITEX conforme a la especificación UNE 0065 “Mascarillas higiénicas reutilizables para adultos y niños. Requisitos de materiales, diseño, confección, marcado y uso”.
El resultado son unas mascarillas de diseños vistosos, cómodas de llevar, reutilizables y con cuya compra contribuimos tanto a reducir el impacto de nuestros residuos como a crear oportunidades de empleo para mujeres para las que acceder a un puesto de trabajo se ha convertido en una carrera de obstáculos. Algo a tener presente frente a una deslocalización textil que genera desempleo en origen y precariedad en destino.
La oferta incluye diversas tallas y modelos con diseños frescos para llevar el calor del verano de la mejor manera posible. También comercializan paquetes a precios muy razonables que, sin lugar a dudas, vendrán bien de cara a afrontar el próximo curso escolar.
2 respuestas a «Mascarillas reutilizables y solidarias»
Referente a este tema las mascarillas deberían ser reutilizable no sólo porla económia sino por no acumular basura infectada.
Así es, la clave es económica y ambiental, menos gasto, menos residuos: reducimos el impacto y generamos menos gasto en la gestión de esos residuos.
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