En 2020 la humanidad sigue fabricando coches con motor de combustión interna. 2020 era una fecha marcada en el calendario de planes y estrategias con objetivos ilusionantes. Y, salvo por el frenazo en el descalabro que supuso la crisis de 2008, las tendencias y las previsiones siguen una tendencia que no deja mucho margen a la esperanza. Cada vez emitimos más gases de efecto invernadero, cada vez generamos más residuos y, como a pero viejo todo son pulgas, nos visita una pandemia global para recordarnos que tenemos que empezar a cambiar muchas cosas, cada vez más deprisa, si no queremos extinguirnos en breve.
Alteraciones en el clima, pérdida de biodiversidad, agotamiento de recursos… hasta la capa de ozono nos envía un aviso para que no nos confiemos. Pero seguimos fabricando coches diésel.
Seguimos empeñados en mantener actividades que más pronto que tarde tienen que cambiar. La demanda de coches está disminuyendo, porque lo que ha sido objeto de deseo durante generaciones ya no lo es tanto. Sea por las estrechuras económicas que vivimos, sea por cambios en las formas de vida, los jóvenes entienden que tener un coche en propiedad es un atraso.
La tecnología y nuevas formas de entender los negocios están haciendo cada vez más evidente que la necesidad de movilidad se puede resolver sin necesidad de incurrir en los costes de compra y mantenimiento de un coche privado.
Y sí. Todavía quedan millones de personas en el mundo que no entienden su vida sin un automóvil aparcado junto al portal de su casa. Pero, quién más, quien menos, están al tanto de las ventajas de aplazar la compra y optar por un modelo eléctrico. La oferta de vehículos con baterías que permiten cada vez más autonomía va en aumento. Y, en la medida en que las cosas sigan manteniéndose en un escenario en el que nos planteemos comprar un coche, mejor esperar a la siguiente generación de coches eléctricos.
Pero seguimos fomentando la fabricación de coches con motores diésel. Y sin penalizar la quema de este combustible que proviene de recursos fósiles, genera emisiones de efecto invernadero y llena el aire de las ciudades de contaminantes que afectan a la salud de todas las personas que las habitan. Se desplacen en coche o no.
Reino Unido anuncia que prohibirá la venta de coches diésel y gasolina en 2030. Pero seguimos fomentando la fabricación de motores diésel. Cerca del 10% de los vehículos que fabricamos los exportamos a Reino Unido. Francia y Alemania, países que completan la mitad de los coches que mandamos fuera están en esa misma línea, con restricciones al motor diésel en las grandes ciudades y prohibiciones a la vista para la venta de vehículos de motor de combustión.
Tampoco tiene nada de malo seguir fabricando coches con motor de combustión que no querrá nadie. Será una buena base de partida, cuando estemos con el agua al cuello y no tengamos nada mejor que hacer, para desarrollar la olvidada industria patria de la electrificación. Esa conversión de vehículos de combustión en eléctricos, que se ha intentado sistematizar en varias ocasiones y que, a falta de apoyo institucional, sigue siendo un oficio artesano al alcance de muy pocos.
Porque, pongámonos serios, si vamos a fabricar coches eléctricos para dar paseos por la ciudad o hacer pequeños trayectos para los que no se requiere mucha autonomía, quizá sería mejor reutilizar esos coches que van camino del desguace y darles una segunda oportunidad sustituyendo los depósitos de combustible y la maquinaria de combustión por una batería y un motor eléctrico.
Quizá, si seguimos así, en 2040 habrá cientos de miles de vehículos equipados con las últimas tecnologías y elementos de seguridad listos para quitarles todo lo asociado al diésel e instalarles baterías y motores eléctricos.
Pero el problema no es ese. Según la patronal, ANFAC, el sector de la automoción supone el 10% del PIB en España y el empleo de 2 millones de personas está relacionado con el sector automoción. Pero seguimos fabricando vehículos diésel. En un mercado donde la demanda de este producto cae en picado, bien por las tendencias de consumo, bien por la necesidad de reducir el impacto de nuestra movilidad en la salud de las personas y del planeta que habitamos ¿Qué inversión va a atraer ese sector si seguimos favoreciendo una tecnología que ya sabemos obsoleta?
No entiendo cómo con la industria parada durante meses no se aprovechó para empezar a salir del agujero. No acierto a explicarme cómo es posible que no se utilicen los recursos de todos para dejar de cavar. Hace tiempo que sabemos la dirección a tomar. Pero seguimos fabricando vehículos con motores de combustión interna.
Y sí, podemos volver al debate de quién debería de pagar por las emisiones de los coches diésel, pero deberíamos actualizarnos y, suponiendo que estemos a tiempo, evitar la siguiente crisis del sector de la automoción. La de cientos de miles de coches diésel que no encuentran comprador en un mercado que, en el mejor de los casos para el sector, demanda vehículos eléctricos que no se están fabricando. Si no es por el medio ambiente y la salud de las personas, a ver si pudiera ser por el PIB y los puestos de trabajo.
3 respuestas a «¿Para quién fabricamos coches diésel?»
Buenas. No entiendo la manía que se tiene al coche diesel. Si tanto contamina, habrá que modificarlo para reducir su contaminación. Creo sea más barato y sostenible, que crear una infraestructura completa, nueva, de «cero emisiones» más que cuestionable.
El coche eléctrico nadie habla de dónde salen y a dónde van las baterias. Tampoco veo claro cómo se recargan (¿por magia?) Y el reciclar a futuro…¿es gratis?
La electricidad no cae del cielo, como la lluvia.
Tengo la sensación de que nos están intentando crear una nueva necesidad, con coste a nuestros bolsillos.
Parece que no hemos entendido que seguir consumiendo combustibles sólidos nos lleva a nosotros o a la siguiente generación al desastre medioambiental; hay que reducir su consumo, y cambiar la cultura del coche para todo, las fuentes de energía renovable demuestran ser mas baratas y mas sostenibles, y los precios de los vehículos eléctricos (V.E.) bajarán cuando la industria quiera, implica un compromiso de todos, fabricantes y consumidores, un acuerdo social imprescindible hacia un nuevo modelo de sociedad y de movilidad
Gracias por vuestros comentarios.
Jsus: el problema de la tecnología diésel, después de décadas mejorando, es que ha tocado techo. La naturaleza del combustible pone el límite actualmente: la combustión genera gases de efecto invernadero, inevitablemente, y contaminantes que afectan a la salud de las personas (podemos retener algunos entre el motor y la salida de escape, pero no todos).
Efectivamente, lo que hay que pensar bien es la necesidad: movilidad. Y dar soluciones lo más sostenibles que sea posible. El diésel no es la opción y se sabe desde hace tiempo. Cuanto antes nos pongamos con otras cosas mejor para todos.
Pedro: efectivamente, cuando la industria quiera. Por eso la pregunta ¿a qué está esperando? Quizá a legislación lo suficientemente estricta como para que empiece a ser poco atractivo estirar el chicle.
Saludos.