La película “Don’t Look Up”, “No mires arriba”, protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio es una comedia de catástrofes. De forma satírica aborda la toma de decisiones políticas ante cuestiones tangibles que nos afectan a todos. Si bien el director Adam McKay la plantea en términos de ficción, tenemos las redes sociales llenas de símiles entre el meteorito y cuestiones tan acuciantes como la pandemia de COVID-19 o las emisiones de efecto invernadero.
Afortunadamente no estamos ante la inminente colisión con capacidad de extinguir la vida en el planeta que justifica la trama de la película de Netflix, pero resulta fácil encontrar similitudes con otros muchos de los retos que afronta la humanidad y a los que, de manera inexplicable para el común de los mortales, no se está poniendo un remedio adecuado.
Un ejemplo sería la contaminación por plásticos: ante la evidencia de la magnitud del problema, sus efectos sobre la salud de las personas, el impacto en los ecosistemas de los que depende nuestro modo de vida o las causas del mismo, todo queda en “aguardar y evaluar”.
Es lo que está pasando con la legislación de residuos que se tramita en España. Sabemos que el país está muy lejos de cumplir los objetivos europeos en materia de recuperación y reciclaje de residuos, pero ¿hacemos algo para evitar las inminentes sanciones? “Aguardar y evaluar”.
Avisos sobre la que se nos viene encima hemos tenido muchos. Igual que también hay evidencias sobre las soluciones. La última entrega en el “Estudio de viabilidad de la implantación de un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) en España” que acompañaba durante el proceso de información pública al Proyecto de Real Decreto de Envases y Residuos de Envases. Allí se leía, entre otras conclusiones que: “El sistema actual (SCRAP) no cumple con los objetivos para aluminio fijados para 2025 ni 2030; tampoco cumple los objetivos del 2030 para acero, vidrio, ni papel y cartón de la misma directiva.” Mientras que con la implantación de SDDR sí se cumpliría con los objetivos de reciclaje para 2030.
Identificamos el problema y la solución… pero en la legislación decidimos “Aguardar y evaluar”. Con una redacción así de retorcida: “Siempre que España no alcance como mínimo una recogida separada en peso del 70% en 2023 y del 85% en 2027 de los productos de plástico mencionados en la parte F de la Directiva (UE) 2019/904, de 5 de junio, los productores que pongan en el mercado botellas de plástico de un solo uso de hasta 3 litros de capacidad para los productos de aguas, zumos, bebidas refrescantes y cervezas, deberán establecer en el plazo de dos años un sistema de depósito, devolución y retorno”.
Sí, por ridículo que parezca, ante la evidencia de que el sistema de recogida selectiva de residuos en contenedores de colores no funciona te están pidiendo que no mires al contenedor amarillo. Porque quienes ya lo han hecho se han dado cuenta de que no tiene capacidad para recoger todos los residuos de envases comercializados, apenas recupera la cuarta parte de los plásticos que justifican su funcionamiento y permite a la industria del producto envasado ahorrase unos costes que traslada al conjunto de la sociedad. Con el beneplácito de quienes toman las decisiones en representación de todos los demás.
A partir de aquí voy a hacer paralelismos entre el problema de los residuos de envases en España y “No mires arriba”, no es la intención, pero quizá te revele algo de la trama de la película, por lo que si eres sensible a los “spoilers” quizá (solo quizá) aplaza el resto de la lectura.
En el papel de la presidenta de EE.UU. Interpretado por Meryl Streep tenemos a la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ¿Le preocupa la contaminación por plástico? Por supuesto, pero quién es ella para cuestionar los intereses de la compañía tecnológica Bash. Bastante tiene con sus propios problemas de popularidad.
Bash serían los sistemas de responsabilidad ampliada del productor. Podemos resumirlo en “Ecoembes” y los accionistas de la S.A., pero incluye el conjunto de las empresas que ponen en el mercado productos que con su uso se convierten en residuos.
La legislación dice que tienen que hacerse cargo de esos residuos, pero su meteorito es ahorrarse los costes de esa gestión con estrategias que culpabilizan a los usuarios finales del problema y trasladan la carga de los residuos a las administraciones locales que los recogen.
Todas las marcas implicadas tienen programas, similares a los conciertos del final de la película, con los que tratan de dividir a la sociedad:
- los asquerosamente ricos y poderosos;
- los que siguen ciegamente (sin mirar al contenedor amarillo) a esos ricos y poderosos;
- el resto (los que no hacen el juego, o directamente cuestionan, a los primeros).
Mientras la legislación europea está exigiendo a los sistemas de responsabilidad ampliada del productor que se hagan cargo de la gestión de todos los residuos que ocasiona su modelo de negocio, incluidas las basuras dispersas, ellos se encargan de organizar voluntariados para ocultar el problema de fondo haciendo valer sus intereses particulares.
Están las soluciones malas pero esperanzadoras como el SDDR (en la película sería el coronel Benedict «Ben» Drask), que si se ponen en marcha a tiempo podrían paliar el problema de los envases de usar y tirar. Frente a ellas tenemos alternativas con deslumbrantes como los RECICLOS, los contenedores con lucecitas o las basadas en la internet de las criptocosas, que vendrían a ser opciones de la empresa Bash.
También podríamos encontrar unos cuantos candidatos al papel del Dr. Randall Mindy, interpretado por Leonardo DiCaprio. No sé si en algún momento habrán sido conscientes del error, pero hay unos cuantos que se dejaron seducir por la erótica del poder y los medios ¿hacemos la lista? El reto es asumir las consecuencias de hablar alto y claro como la astrónoma Kate Dibiasky, interpretada por Jennifer Lawrence.
Frente a las personas independientes que coinciden en el análisis y encontramos un despilfarro de millones de euros de todos los consumidores en un The Circular Lab creado para deslumbrar a los políticos y ofrecer a los medios contenidos amables y entretenidos con los que despistar la atención de la basura que se acumula alrededor de contenedores de colores porque no hay un sistema de recogida adecuado a la realidad del problema.
«Aguardar y evaluar» sería cómico si no fuese poque recuerda tanto al «Demorar, distraer y descarrilar» sobre el que ya deberíamos estar prevenidos.
Lo dicho, puedes seguir sin mirar al contenedor amarillo. Puedes creer que la nueva legislación sobre residuos es el éxito sin precedentes que anuncian los medios de comunicación patrocinados por envasadores y distribuidores de producto envasado o la oportunidad histórica que presentan los políticos implicados.
Pero la verdad es que tenemos una gran bola de basura de usar y tirar que está terminando con nuestra salud y la de los ecosistemas que hacen posible nuestra vida en el planeta. Y no hay escapatoria posible, salvo cambiar el modelo de producción y consumo que se nos impone por los asquerosamente ricos y poderosos, esos que nos piden que no miremos al contenedor amarillo.