De vez en cuando se publican titulares llamativos en los que se pone en duda que materiales como el papel o el algodón sean más ecológicos que el plástico. El verano suele ser una época prolífica para este tipo de contenidos. Y este no ha sido una excepción.
Por eso tengo que agradecer a Alfonso Peña Rotella la invitación a participar en su canal de educación ambiental «En Plan Planeta» para reflexionar largo y tendido sobre la cuestión ¿Cuál es la bolsa más sostenible? ¿De tela, de papel, de plástico…?
Si quieres saber la conclusión no te queda más remedio que ver el vídeo. Lo que quería hacer en este artículo es llamar la atención sobre la forma en la que estamos utilizando una herramienta tan potente como el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) para llegar a resultados concretos.
Es algo sobre lo que ya reflexionamos en el artículo «Botellas de plástico, de aluminio, de vidrio y briks: ¿cuáles tienen menos impacto ambiental?» con Paula Baldó de Andrés y otros profesionales. Los ACV son muy interesantes para tomar decisiones sobre un determinado producto o servicio, pero a la hora de comparar pueden dar lugar a resultados tendenciosos (por decirlo de alguna manera amable).
Volviendo a las bolsas, no sería el primero que se parase a identificar las causas que llevan a concluir que, con un ACV de por medio, las de plástico son más sostenibles.
Parkpoom Kometsopha publicó en 2019 un artículo en el que destripaba alguno de los más famosos análisis utilizados para justificar el desempeño ambiental de las bolsas de plástico. Por si tienes curiosidad: Breaking down the Danish study on the environmental impacts of grocery carrier bags.
En el caso que nos ocupa, decisiones de partida críticas, como el tamaño de la bolsa considerada para el estudio, condicionan significativamente el resultado final. Así, abriendo el estudio danés encontramos curiosas simplificaciones sobre las que se puede hablar largo y tendido (no te quedes con las ganas de verme hacerlo: sube al vídeo que he enlazado más arriba).
Llama la atención que los autores del estudio considerasen, para definir la bolsa tipo objeto de análisis, decenas de bolsas de plástico diferentes y solamente dos bolsas de algodón, una bolsa de algodón orgánico y una única bolsa de papel. Con esta decisión condicionan que la compra requiere dos bolsas de papel o dos de algodón orgánico frente a la de plástico considerada. Lo que duplica el impacto que genera la compra hecha con bolsas de algodón orgánico.
Una vez definido el objeto de estudio, otra decisión que hay que tomar antes de seguir adelante con un ACV es qué categorías de impacto se van a considerar. Según elijamos unas u otras el resultado será diferente. Parkpoom Kometsopha propone considerar los límites planetarios.
Pero en vez de centrarse en las afecciones como la contribución al cambio climático, o la liberación de sustancias químicas al medio, los ACV eligen cuestiones como la afección a la capa de ozono. Por supuesto que es una cuestión relevante, pero quizá, a la vista de las evaluaciones de los investigadores de la Universidad de Estocolmo, no es la más significativa a la hora de comparar fibras naturales con materiales sintéticos.
Lo dicho, si quieres saber la conclusión a la que llegamos Alfonso, los seguidores de su canal que estaban en la charla del otro día y el que escribe, tendrás que ver el vídeo.