Tenía ganas de leer a George Monbiot. Leer en libro, entiéndase. Es uno de esos autores que, si se tiene un mínimo de interés o curiosidad en cuestiones ambientales, es difícil no haber leído: si no sigues sus publicaciones en The Guardian te llegan por redes, directamente recomendadas al correo electrónico por algún colega, o adaptadas para la republicación en otro medio de comunicación.
Así que cuando la editorial Capitan Swing me hizo llegar la traducción de Enrique Maldonado Roldán del libro “Regénesis: alimentar al mundo sin devorar el planeta” me hizo mucha ilusión. No pude ponerme con la lectura inmediatamente, pero finalmente he sacado el tiempo para entregarme al texto.
Antes de comenzar con el libro diré que, con independencia de las calificaciones, Edafología era una de mis asignaturas favoritas cuando estudié la Licenciatura en Ciencias Ambientales y que me vino muy bien para entender otras como Agricultura Ecológica, Restauración de Espacios Degradados o las del profesor Ramón Bienes. Como profesional ese interés materializó en algún que otro proyecto relacionado con suelos contaminados por actividad industrial y, ocasionalmente, impartir el módulo de gestión y restauración de suelos contaminados cuando, siendo joven e imprudente, era profesor en un máster presencial en EUDE.
Quizá por eso me ha sorprendido gratamente la forma en la que George Monbiot aborda el suelo y lo pone como eje del libro. Comienza con una aproximación que invita a la observación de la capa más superficial de la corteza terrestre. Poco a poco desarrolla una serie de cuestiones clave que explican la importancia del suelo como sustrato para la agricultura, presenta el impacto de nuestro modelo de producción de alimentos y repasa distintas formas de reducirlo.
A partir de aquí se centra en la necesidad de alimentar a la creciente población mundial ante un escenario de alteración de los patrones climáticos que hacen posible la producción de alimentos tal y como la conocemos.
Ilustra con una frase de Leonardo da Vinci que “sabemos más del movimiento de los cuerpos celestes que del suelo de nuestro propio planeta” y nos da pistas sobre su rica biodiversidad, animándonos a la observación de los organismos que pueblan el suelo, sus relaciones y las estructuras que generan en él. Lamenta el autor que “la poca financiación disponible para estudiar la vida en el suelo se consume fundamentalmente en la búsqueda de nuevas formas de acabar con ella” siendo la destrucción de las plagas agrícolas la tendencia en ese sentido.
Antes de entrar a ejemplificar alternativas para una producción agrícola más respetuosa con el suelo fértil Monbiot analiza el sistema mundial de alimentos preguntándose si puede soportar alteraciones y si evoluciona hacia una mayor o una menor resiliencia. Presenta datos que, siendo conocidos, no dejan de sorprender. Entre otros:
- 4 plantas soportan un 60% de todas las calorías cultivadas: trigo, arroz, maíz y soja.
- 5 países suministran el 65% del trigo.
- 4 países cosechan el 76% del maíz exportado a otras naciones.
- 5 países venden el 77% del arroz mundial.
- 3 naciones cultivan el 86% de la soja del mundo.
- 4 compañías controlan el 90% del comercio mundial de cereales.
- 4 compañías controlan el 66% del mercado mundial de productos químicos para la agricultura.
- 3 corporaciones venden la mitad de la maquinaria agrícola mundial.
- 5 compañías controlan el 99% del mercado mundial de los pollos de engorde.
- 4 empresas gestionan el 75% de los mataderos privados y plantas de empaquetado de ternera.
- Otras cuatro controlan el 70% de los mataderos corporativos de cerdos.
- Solo el 29% del peso de aves sobre la Tierra corresponde a especies salvajes: la suma del peso de las gallinas supera al de las demás aves juntas, incluyendo patos y pavos de cría.
- Únicamente el 4% de los mamíferos del planeta, en peso, son salvajes. Los seres humanos suman el 36% y el ganado el 60% restante.
Todo ello en un contexto en el que un 40 por ciento de la población depende de alimentos de otras naciones, la tierra es simplemente un bien en una cartera de inversiones, los supermercados dominan y controlan a los productores que les venden y las cadenas de comida rápida desplazan a los restaurantes independientes.
El resultado es una dieta global que se ha ido estandarizando en la medida en que el sistema de producción global se ha vuelto cada vez más homogéneo en favor de los intereses de grandes corporaciones, creando fuertes dependencias y una creciente vulnerabilidad a los impactos externos
Entre las amenazas al sistema analiza la volatilidad de los precios de los alimentos, el clima o el aumento de la cabaña ganadera: “La mayor crisis poblacional no es el crecimiento de la población humana, si no el crecimiento del ganado”. Ilustra esta situación con datos: “mientras que la tasa de crecimiento de la población humana ha caído a un 1,05 por ciento al año, la tasa de crecimiento de la población de ganado ha escalado al 2,4 por ciento anual”.
Sobre el riesgo asociado a la alteración del clima recoge observaciones que evidencian el aumento de episodios extremos y la distribución irregular de los efectos del calentamiento global. En este sentido destaca que, considerando la distribución de la población en el planeta, un calentamiento global medio de 3ºC sobre las temperaturas preindustriales se traduciría en un aumento de 7,5ºC en la temperatura media experimentada por los seres humanos.
A las amenazas climáticas se suma la distribución global y los cuellos de botella, como el canal de Panamá, el canal de Suez, o el estrecho de Malaca, que implican un riesgo para una cadena de distribución de alimentos basada en el modelo Just In Time (JIT), impuesto reemplazando un sistema de reservas territoriales estratégicas que podía amortiguar el impacto de colapsos puntuales en la cadena de distribución de alimentos o los fenómenos meteorológicos extremos.
En cualquier caso, también explica cómo este sistema produce comida más que suficiente para todos, si fuera asequible y estuviese bien distribuida.
Otras cuestiones que analiza Monbiot en esta parte inicial del libro son la disponibilidad de agua y la contaminación causada por los desechos agrícolas y ganaderos, que se están convirtiendo en muchos países desarrollados en la principal causa de contaminación del agua. Un dato al respecto es que un 75% de los antibióticos vendidos en la Unión Europea y Estados Unidos se usan para atender a animales de granja, no a seres humanos.
En este apartado inicia una reflexión, que se amplía en distintas partes del libro, sobre las regulaciones ambientales y la capacidad de inspección. A pesar de la normativa que debería ordenar la práctica agropecuaria y reducir el daño que casusa al suelo fértil, al clima o a las aguas potables “Las multas para los pocos que son cazados resultan ridículas: por norma mucho menos de lo que ganarán con su actividad” incumpliendo la legislación que regula el uso de sustancias tóxicas y prácticas contaminantes. Solo así se explica que “aproximadamente el 2/3 del nitrógeno que los agricultores aplican a sus campos y entre el 50 y el 80 por ciento del fósforo son desperdiciados” o que el abuso en la aplicación de pesticidas sea la causa fundamental del apocalipsis de los insectos.
En distintas partes del libro se desmitifica la idealización del mundo rural, poniendo de manifiesto que “hay secciones del entorno rural en las que a veces parece que la democracia apenas funciona” o que “el campo no es inocente ni puro. En algunos lugares más corrupto que la ciudad, con una política dominada por las élites terratenientes, el poder heredado y una cultura de sumisión”, donde el poder se ejerce mediante la intimidación y el acoso de quienes tratan de cambiar o hacer las cosas de forma diferente.
En esta línea, reflexiona en particular sobre el poder de la ganadería, que “ha desplazado a millones de personas de poblaciones indígenas y ha destruido miles de millones de hectáreas de hábitats naturales. Su poder político es superior a su peso económico”. Y se pregunta si en un tiempo de catástrofe ecológica mundial podemos permitirnos esta indulgencia.
Otro de los hilos conductores es la distinción entre los propietarios de las tierras y los agricultores que la trabajan, así como los intereses de unos y otros. Entre otros elementos ilustrativos de esta dicotomía en el libro podemos encontrar ejemplos sobre cómo la permanente disminución de la mano de obra genera disfunciones en el sistema agrícola.
El diagnóstico cierra con reflexiones sobre las emisiones de efecto invernadero y el precio de la comida, reparando en la necesidad de una retribución justa para los productores de alimentos.
A partir de aquí el autor analiza diferentes modelos alternativos de agricultura que están funcionado con éxito en diferentes lugares. Prácticas basadas, con la agricultura ecológica, en el mantenimiento de la fertilidad natural del suelo y en estrategias que favorecen el control biológico de plagas mediante equilibrios ecosistémicos en los campos de cultivo. Presenta las ventajas de cada sistema, qué llevó a las personas que los pusieron en marcha a cultivar de esa forma, los inconvenientes que presentan y sus limitaciones.
En particular, para cada alternativa propuesta, Monbiot analiza los costes en los que incurren los agricultores, la forma en la que obtienen beneficios económicos, la dedicación que requiere cada modelo alternativo y la capacidad que tendrían para alimentar al conjunto de la población mundial si se aplicasen en sustitución del sistema productivo imperante. Uno de los conceptos que utiliza es el de las hectáreas fantasma: las que se emplean para generar insumos en las explotaciones. Por ejemplo, las que requería criar al ganado -incluyendo el cultivo del pienso- cuyos excrementos se utilizasen como abono orgánico.
No entro en detalles, pero este apartado es el más extenso del libro. Narra de una manera amena y fácil de leer las visitas del autor a las explotaciones, su relación con los agricultores y sus experiencias con algunos de los productos obtenidos en los sistemas que analiza.
Por último, se nos presenta una forma diferente de producir alimentos a partir de microorganismos. En distintos lugares del mundo se están investigando bacterias, muchas de ellas presentes en suelos fértiles, cuyo metabolismo genera los nutrientes que los seres humanos necesitamos en nuestra dieta.
Según el autor, de esta forma se podría producir todo el alimento requerido por la población mundial ocupando apenas la superficie de una provincia europea y con energía solar como fuente de energía. Esta solución resolvería el problema de los impactos que causa la agricultura, la actividad humana que más espacio ocupa y más territorio retira a los ecosistemas naturales, pero también supondría una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y un aumento en la captura de dióxido de carbono por los bosques que podrían regenerarse en lugares liberados de la carga agropecuaria.
La parte final del libro analiza cómo atender cuestiones relativas tanto a la aceptación de una dieta basada en alimentos producidos por fermentación y las alternativas para generar empleo e ingresos en un medio rural con una menor presencia de las actividades agrícolas y ganaderas. En esta línea, plantea que “pagar a los agricultores para que restauren la naturaleza es sin duda un uso mejor de la financiación pública que pagarles para que la dañen”.
Son muchas las reflexiones interesantes a destacar. Entre otras me quedaría con esta: “Nos preguntamos cómo podemos modificar las industrias que nos están conduciendo al desastre cuando la escala de nuestra crisis exige que las reemplacemos. Nuestra tarea no es manipular los modelos existentes, sino encontrar los bucles de retroalimentación que los lleven más allá de sus puntos de inflexión”.
En Regénesis, George Monbiot, pone sobre la mesa las cuestiones clave en relación a las crisis sociales, económicas y ambientales que vivimos. Lo hace analizando un modelo de producción y consumo de alimentos que pone en peligro la civilización tal y como la conocemos actualmente. Estudia alternativas y realiza propuestas concretas que, si bien pueden parecer muy revolucionarias, permitirían resolver esas crisis sin renuncias dramáticas en nuestra forma de vida.
Lo mejor de la propuesta recogida en Regénesis es que es factible: “no es capacidad humana lo que nos falta, es la voluntad política para invocarla”. Recuerda que los cambios que se nos pidieron para contener el virus durante la pandemia de la COVID-19 fueron mucho más extremos que los requeridos para detener el colapso ambiental: “ninguna exigencia ambiental razonable se acerca a las graves medidas a las que obligó la pandemia”.
Y hace un llamamiento “Es hora de recuperar el control del sistema mundial de alimentos, de derribar los grupos de presión empresariales y sectoriales que lo dominan. Es hora de crear una agricultura nueva, abundante, productiva y, de ser posible, ecológica, que no dependa del ganado y cultive alimentos que sean baratos, sanos y estén al alcance de todo el mundo”.
No sé si he sido capaz de transmitirlo en mis palabras, pero este libro es uno de esos hilos de esperanza que ayudan a seguir avanzando a pesar de la ansiedad que causan las noticias sobre el clima o las guerras cada vez más cercanas. Ojalá lo leyesen -y entendiesen- quienes toman decisiones políticas, quienes distribuyen el dinero público y quienes tienen capacidad de financiar nuevas iniciativas y proyectos.
Regénesis es una hoja de ruta que muestra una oportunidad para el optimismo, un puntal a la confianza en la capacidad de la humanidad para evitar el colapso al que parece abocada. Presenta cuestiones espinosas y mete el dedo en alguna que otra llaga. Sí, definitivamente es una lectura imprescindible para quienes vivimos con inquietudes sobre el clima, quienes se ocupan del desarrollo sostenible, los que se dedican a la producción y distribución de alimentos o quienes quieren mejorar la sociedad en la que vivimos. Y, por supuesto, es una lectura muy interesante para cualquiera con interés (o ganas de iniciarse) en la edafología y la biología del suelo.
6 respuestas a «Regénesis de George Monbiot»
Muchas gracias, impactante como interesante el tema.
Gracias. Desde luego que sí, interesante e impactante.
Este tipo de resúmenes de libros interesantes y de recomendada lectura, se agradecen, señor Vizcaíno. Gracias por hacerlos.
Enrique
Muchas gracias por sus palabras, pronto habrá alguno más. Espero mantener el nivel.
Estoy muy agradecida por tener conocimiento de este libro y autor.
Muchas gracias.
Gracias, me resultó una lectura muy interesante.