Asistí al IV Encuentro AlumniUAH 25 Aniversario de la Promoción del 2000. Una oportunidad de reunirme con las personas con las que compartí aulas, laboratorios y jornadas de prácticas de campo durante mi formación universitaria en Ciencias Ambientales.
Un torpe e indisimulado evento comercial por parte de la organización, que fue la excusa perfecta para retomar el contacto con personas a las que había perdido la pista, preparar la próxima quedada con los que nos vemos más frecuentemente y pasar un rato agradable. Me hubiese gustado estar más tiempo y charlar más, pero las circunstancias mandan. Sólo espero que las conversaciones que quedaron pendientes sean el motor para un próximo encuentro que no se dilate otros 25 años en el tiempo.
La parte más emotiva del evento oficial fue una serie de preguntas dirigidas por la vicerrectora de Estudiantes, Emprendimiento y Empleabilidad, a los alumni que representaban a los allí congregados. Mientras la “embajadora en las estrellas de la Universidad de Alcalá” daba su respuesta personal e intransferible, hice un repaso mental a eventos históricos que, ocurridos en vida universitaria, influirían en el inicio de mi vida profesional:
- La aprobación de la ISO 14001.
- La Ley 10/1998 de residuos.
- El desastre de Aznalcóllar.
- La extinción del bucardo.
- El final del servicio militar obligatorio.
- La aprobación de la Directiva IPCC.
Como se encargó de recordar Lydia, que representó maravillosamente a nuestra promoción, tuvimos la suerte de contar con los mejores profesores. Personas que, en su mayoría, vivían pegadas a una actualidad que traían al aula y que ocupó una parte importante de nuestra formación.
Y no sólo los profesores. También un alumnado que vivíamos pon pasión e intensidad aquel periodo de nuestra vida. Recuerdo con cariño aquella tarde, en alguna sesión de la asignatura de Protección Administrativa del Medio Ambiente, en la que Lydia expuso el trabajo sobre la Directiva IPCC y las implicaciones que su transposición tendría en la legislación estatal. Ley que se aprobó al poco de incorporarme al mercado de trabajo y ha sido el marco de parte de mi trabajo en consultoría.
No era raro encontrar a alguien en la puerta de la facultad leyendo el periódico y comentando la actualidad. O a grupos de trabajo de aquella asociación que, a falta de Delegación de Alumnos y un Colegio Profesional organizaba actividades para, entre otras muchas cosas, reflexionar sobre nuestro hueco en un mercado laboral al que antes o después nos tendríamos que enfrentar. Roces con el decanato, búsqueda de recursos para organizar jornadas y sacar publicaciones. Fiestas universitarias… una experiencia y aprendizaje vital que volvería a repetir con mucho gusto.
Como también repetiría el encuentro de ayer. Especialmente a partir del momento en que nos reunimos alrededor de una mesa con cortezas y cacahuetes tostados a compartir anécdotas, vivencias comunes y experiencias vitales.
A pesar de la hiperconectividad que vivimos, cada vez resulta más complicado reunir a un grupo tan amplio de gente a recordar anécdotas de juventud. Espero que encontremos otras oportunidades, que podamos reunirnos con quienes no pudieron acudir ayer y recordar a los que ya no estarán.
Y que nos quedemos con ese buen sabor de boca que da ser capaces de recordar eventos históricos que ocurrían mientras hacíamos lo que podíamos para conseguir nuestros títulos. Saber que entre memorias de prácticas y exámenes encontrábamos tiempo para visitar el Nívola, la Oveja Negra, colarnos a gorronear del generoso vino español con el que nuestro decano agasajaba los hitos de las primeras promociones de ambientales o sentarnos en un corrillo a charlar de inquietudes comunes.
A por otros 25 años.